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Con el corazón en la garganta, a punto de llorar por haber llegado demasiado tarde, camino hacia la salida arropada por el silencio de los chicos

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Con el corazón en la garganta, a punto de llorar por haber llegado demasiado tarde, camino hacia la salida arropada por el silencio de los chicos.

—¿A qué has venido? —pregunta una voz masculina a lo lejos y me giro de inmediato.

Es él. Tiene el ceño fruncido.

Se me escapa una media sonrisa nada más verle, pero trato de ponerme seria al instante. Acaba de salir de la ducha y solo tiene una toalla cubriéndole la cintura. Me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio y me los humedezco de inmediato. Su pelo está mojado y sus brazos... Miro hacia otro lado, acalorada. Wade se peina los rizos con la mano y eso acaba con mi serenidad. Doy dos pasos hacia él y me detengo.

—Quería... —empiezo, pero mi mente se ha quedado en blanco una vez más. Da un paso hacia mí—. He venido a darte una cosa.

Todos los chicos nos miran y él se percata. Miro a mi alrededor y ellos hacen como si estuviesen conversando. Chismosos.

Me llevo la mano al bolsillo del pantalón donde tengo el papel y tomo aire. Mis ojos se desvían de nuevo hacia la toalla y niego con la cabeza. No sé si estoy más nerviosa por lo que le voy a decirle o por lo que pasaría si esa toalla se cae.

—Pero mejor te la doy luego cuando... cuando te vistas —vuelvo a hablar, doy media vuelta y salgo corriendo del vestuario.

Por suerte, la brisa del verano me ayuda a centrarme. Hace más fresco aquí fuera que dentro. Me llevo una mano al pecho y me apoyo contra la pared. Siento que el corazón se me va a escapar. ¿Es posible que Wade sea capaz de provocarme esto? Estoy peor de lo que pensaba.

Se me escapa una pequeña carcajada al recordar la situación.

Los chicos empiezan a salir y, al verme, se despiden de distintas maneras. Wade no sale. ¿Y si en realidad no quiere? Se ha extrañado cuando me ha visto, quizá es porque sigue molesto. ¿Es eso posible?

A medida que pasa el tiempo y sus compañeros salen, me voy poniendo más y más nerviosa por lo que decido caminar de un lado para otro.

—Hola —le escucho hablar tras el golpe de la puerta al cerrarse.

—Solo... —digo, pero me detengo para aclararme la garganta y hablar con decisión. Saco la nota que he escrito—. Solo quería darte esto.

Él observa mi mano y arquea una ceja.

—¿Un papel arrugado?

Intento estirarlo como puedo, pero él coge mi mano para que me detenga. Veo que sonríe. Coge el papel y lo abre tan despacio que me resulta desesperante.

—128ve980 —lee lentamente en voz alta. Su voz va aumentando la confusión—. ¿Es un problema de matemáticas? Sabes que no se me dan bien.

—No —añado y no puedo evitar reírme al ver lo abrumado que está—. Si lo doblas por la mitad dice algo.

Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora