25.

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—Marnie, tenemos que hablar —escucho a lo lejos, pero no me detengo

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—Marnie, tenemos que hablar —escucho a lo lejos, pero no me detengo. He conseguido llegar a la entrada y eso ya es un logro.

Además, ¿cómo se le ocurre decirme eso? Está claro que cuando uno se lo dice a otra persona es porque le va a decir algo malo. Yo no quiero que me diga nada malo, tengo bastante con lo que he visto.

—Me voy a casa —grito sin mirarle.

Intento caminar lo más recta posible, pero me cuesta mucho enfocar.

—¿Y cómo piensas ir?

No sé cómo ha llegado tan rápido a mi lado. Me detengo en la entrada y le miro extrañada.

—Llamaré a... un taxi.

—Déjame que te lleve —sugiere cogiéndome de la mano, imagino que para que no me marche. ¿A dónde se cree que me voy a ir? No sé ni llegar a casa desde aquí.

Me quedo embobada mirando sus ojos marrones. Son bonitos. ¿Cómo no me había dado cuenta? Me recuerdan a la arena por la noche. Y al chocolate. Tengo hambre. Me llevo la mano a la tripa y emito un quejido, dándome la vuelta. No quiero verle. Cada vez que lo hago le veo con Harper y no puedo soportarlo. Al menos me podía haber dicho que ya había vuelto con ella.

—Vete —le respondo con dureza y camino hacia otro lado.

Me detengo y meto la mano en el bolso. Como es pequeño, no tardo en encontrar mi teléfono. Busco el teléfono de un taxi, pero me cuesta demasiado escribir. Las letras bailan, ¿acaso están de fiesta? No deberían. Deberían estar tristes. Hipeo. Aprieto los labios para que se me pase y lo único que consigo es que me duela más el estómago.

Me llevo la mano a la cabeza en un intento de frenar el mareo y suelto un resoplido.

—¿Estás bien? —vuelve a hablar Wade, esta vez sujetándome del hombro.

—No quiero... —comienzo a decir, pero se me hace un nudo enorme en la garganta y me cuesta continuar—. No... verte.

Entonces, todo lo que he bebido esta noche empieza a salir a trompicones por el mismo lugar por el que ha entrado. Me agacho. Duele. Parece lava. Noto una mano sobre mi espalda. De repente, siento como mi cuerpo se precipita al vacío y todo se vuelve oscuro.

❤❤❤❤❤

Me escuece la garganta. Agua. Necesito agua. Me giro para buscar la botella que siempre dejo en la mesilla, pero al hacerlo siento que me estalla la cabeza. Me quejo y regreso a la misma posición, frustrada. Lentamente, abro un ojo. Gracias a la luz que se cuela entre las cortinas, puedo ver el techo de madera. Espera, ¿madera? Abro el otro ojo y siento una punzada de dolor cuando giro la cabeza para mirar a mi alrededor. ¿Dónde estoy?

Poco a poco voy enfocando las cosas. Hay una estantería llena de libros. Un escritorio. Un armario. Todo es del mismo color marrón claro. Colado en la pared hay un póster de fútbol y algunas fotos que no logro distinguir.

Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora