UN NUEVO MUNDO [SUPERCORP]

CAPÍTULO 1: UNA NUEVA VIDA

- ¡Ugh! -

Una vez más volvió a sacudirse la parte del hombro. Existían tipos de bichos parecidos a los chapulines que abundaban en aquella zona.

No soportaba la humedad constante, el lodo por todos lados colándose por sus botas de piel.

Lo único que le habían entregado, así sin más, fue una extraña lanza junto con un escudo de cuero con tiras del mismo material. ¿Qué les pidieron hacer? Lo típico de una tribu "salvaje" según Sam: Pelear.

Lena se levantó del suelo. El traje de piel que le habían dado revelaba parte de su vientre y uno de los brazos. Un traje de cuerpo completo liviano y básico para los iniciados, es lo que habían entendido. Se sacudió un poco la parte trasera de su pantalón echándole una mirada acusadora a la mujer frente a ella, mujer que sonreía con burla a su dirección.
¿Qué iba a hacer? Era ingeniera, científica respetada. No le enseñaron en absoluto tácticas de pelea contra otras especies o, los mismos humanos. Hacia lo que se le venía en mente primero; evadir como podía.

Su contrincante le habló, sin embargo, no le entendió. Solo podía ver los movimientos de las manos llamándolas, diciéndole que se acercara. Un gesto primitivo que también poseían los humanos de su planeta cuando se sentían los superiores en algo. ¿Por qué se limpiaba? Estaba llena de lodo por donde sea, lo sentía en partes donde no sabia que era posible que se adentrara.

Las miradas de todos se encontraban en ella. Las personas con máscaras, cuatro custodios en cada esquina marcando el tamaño del área de la pelea, las demás personas se encontraban serias con interés en los movimientos de ambas, entre ellas se encontraba su amiga Samantha. La lanza, la única armas que tenía en mano, se había roto a la mitad dejándola inservible, el escudo servía para dar golpes, pero no poseía la fuerza suficiente como para derribar a esa mujer... Robusta.

Levantó ambas manos a la altura de su cabeza dando la señal de que se estaba rindiendo. Nuevamente, la mujer soltó algunas palabras señalándola con el dedo índice a la vez que se fijaba en todos los presentes con el ceño fruncido. Se rió. Se carcajeó, algunos se rieron en voz baja con burla hacía su persona.

Después de esa pelea le tocó a Samantha. Lo bueno es que ella si aprendió a defenderse de niña con el karate, derribó a un chico flácido un tanto nervioso.

Le permitieron darse un baño en aguas internas en donde llamaban el Departamento de Exploración, le volvieron a dar ropa adecuada y otra arma. Al parecer la pelea era una especie de prueba para observar las habilidades de todos los nuevos ingresados. Lena no era de fuerza bruta, si no, de inteligencia. Pensaba de forma rápida las estrategias para salir de un problema, pero en la lucha cuerpo a cuerpo era un completo asco.

- ¿Qué es esto? - Murmuró moviendo un poco la comida gelatinosa en su cuenco. Cuando volteó hacía Sam, ésta ya tenía un poco dentro de la boca. Parecía gelatina de colores; azul, un tomo rosa claro y chispitas. - Iugh. - Sacó la lengua.

- Tiene sabor a frutas tropicales. - Comentó la castaña mirando hacía al frente con los ojos entrecerrados.

La azabache se le quedó mirando de forma extraña hasta volver la vista hacía el cuenco. Pues ganas de comer gelatina no le quedaban, solo cuando era niña le podían otorgar ese tipo de postre. Tomó un poco en la cuchara de madera, la gelatina se encontraba temblorosa hasta que la metió a su boca lentamente. Hizo mala cara al inicio, pero con el tiempo, tan solo algunos segundos, le encontró un sabor dulce, no tanto, entre dulce-amargo, un sabor que se disolvía en su boca de forma extraordinaria. También lo masticaba, no poseía nada de crujiente solo rebanaba con facilidad.

- Esto está mejor que los postres de la tierra, y eso que probé todos. - Señaló el interior del cuenco con su cuchara.

El comedor de ese lugar permanecía tranquilo. La mayoría platicaba en su lengua, otros permanecían en silencio y, algunos de la esquina, murmuraban causando que las expresiones de sus compañeros se volvieran de asombro, además que dirigían las miradas hacía a ellas en una solitaria mesa del centro.