II

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(...)

El semáforo cambió a verde.
Andrés aceleró.

--¿Dónde era que íbamos? --indagó un Gabriel ya sin sangre seca esparcida por su rostro, aunque con notorias marcas de agresividad en ella. Fausto rió.
--A un boliche.. --empezó diciendo. --Pero no podemos ir a cualquiera, corremos el riesgo de encontrarnos con estos pibes que ya sabemos que son como la mugre y están en todos lados. --razonaba el chico muy concentrado en lo que estaba tecleando en su celular. --Así que nada, vamos a ir a un lugar que conozco que ni en pedo va a ser concurrido por.. acá a la izquierda, Andy. --interrumpió. --Ehh, osea, que ni en pedo ellos van a estar justo en este lugar. --concluyó Fausto, a lo que Gabriel contestó alzando una ceja.
--¿Cómo estás tan seguro? --preguntó. Fausto sonrió, pícaro.
--Acá a la izquierda Andy, es ahí donde está ese cartel rojo. Pará ahí, si, ahí está. --dijo, ignorándolo momentáneamente. Cuando Andrés paró el auto, reinó un silencio que rápidamente se tornó incómodo para los cuatro chicos.

En especial para Gabriel.

--Ah, estoy seguro de que ellos no van a venir acá porque es un boliche gay.

Gabriel tragó saliva.
¿Qué?

(...)

El ambiente en el cual Gabriel se movía siempre había sido muy, pero muy, heteronormado. Él había aceptado que era bisexual luego de estar con dos o tres chicos; pero siempre había sido a escondidas, y absolutamente nadie más que sus amigos sabían de esto.
Por lo tanto, él mismo no se permitía mostrarse como verdaderamente era; no lograría jamás ser tan transparente.

Al menos no allí.
Al menos no con ellos.

Pero en ese boliche la vibra era diferente. El ambiente era sumamente relajado y las luces rojas demasiado tenues, para así lograr ese aspecto tan característico del lugar. Ni bien había entrado, había visto de todo. El panorama oscilaba desde chicos besándose por los rincones, hasta situaciones un poco más subidas de tono encima de cualquier mesa.

Era un lugar muy característico.

¿Dónde los había traído Fausto?

¿Acaso él frecuentaba este lugar?

Comprobó que sí cuando lo vio saludar con total confianza al chico de la barra, quien dirigió una rápida mirada hacia donde estaba Gabriel con sus dos amigos restantes, asintiendo rápidamente para después tomar 4 vasos de la barra.

Se acercaron a ellos cuando recibieron una seña de Fausto, quien miraba bastante provocativo al bartender con total descaro. Los cuatro agradecieron al chico y se sentaron en unos banquitos blancos que estaban allí.

La música retumbaba en sus oídos, pero aún así podía palpar el silencio que estaba latente entre ese grupo.
Gabriel carraspeó.

--Así que te lo moves al bartender, eh. --expresó divertido Agustín, rompiendo finalmente con ese silencio incómodo. Fausto se sonrió, victorioso.
--Mira que Gabi no es el único que se puede curtir pibes, man. --respondió.

Gabriel rodó los ojos.

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