XXVI

690 63 6
                                    

(...)

Había un sonido insistente retumbando en su cabeza.

No cesaba; parecía estar martillando cada parte de su ser.

Era constante, sonoro, molesto; no lo dejaba en paz.

¿Dónde estaba?

Abrir los ojos fue un error del cual se arrepintió al instante. La luz blanca lo cegó momentáneamente, obligándolo a mantener su vista en negro unos momentos más antes de empezar a pestañear.

Descubrió que el molesto sonido provenía del aparato que monitoriza tus pulsaciones y regula su ritmo cardíaco en...

¿El hospital?

Se incorporó de golpe. Segundo error en menos de tres minutos.

Todo él dolía. Cada hueso parecía polvo dentro de sí; apenas sentía los brazos y se sentía muy, muy pesado. La cabeza parecía que le iba a estallar. Hizo un esfuerzo y miró su cuerpo con atención. No había yeso. No se había quebrado nada. Menos mal...

Renato.

¿Y Renato?

-¡Renato! -musitó en voz alta. Sintió sus ojos llenarse de lágrimas. No era capaz de moverse; no sabia dónde buscarlo.

¿Dónde tenía que ir? ¿Dónde estaba? No sabía...

Miró a su derecha. Una camilla.

Con Renato acostado allí.

Podía jurar que sintió como su corazón daba un vuelco. No le importó más nada, y se paró como pudo. Vio que él no estaba conectado, sino que el monitor yacía junto a donde estaba su novio.

Se quejó de dolor al moverse. No le importaba.

Se acercó con el paso más veloz que pudo; necesitaba verlo de cerca. Sentir su respiración, quería saber que seguía respirando...

-Mi amor... -musitó. Las lágrimas parecían una extensión de su propia cara. No paraban de brotar de allí, salían sin parar.

Miro su cara; blanca, seria, perfecta. Lo adornaban manchas negras, verdes, violetas... algunas cortadas arriba de su ceja y en sus labios. Gabriel gimió de dolor.

No por él mismo.

Sino por Renato.

-¿Qué te hicieron, mi amor?... -murmuró. Pasó su vista por su cuerpo, deteniéndose en su pecho que estaba cubierto por una venda manchada en sangre en cierto lugar.

Recordó el ruido del disparo. Lo habían baleado.

-Mi amor... -sollozó, cerrando sus ojos.

Tomó su cara ente sus manos, delicadamente; como solía hacer. La diferencia era que Renato siempre estiraba su boca para darle un beso, o reía al sentir como le apretaba la cara... pero esta vez nada de eso pasó. Respiraba, pero no se movía. Parecía no estar allí. -Renato, mi amor, te juro que va a estar todo bien... te dije que conmigo ibas a estar seguro...- musitó, más para si que para el mismo Renato.

Sintió que la puerta se abria.

-Es él. -sintió a una voz hablar desde el otro lado de la puerta abierta.

Lo próximo que pasó fue tener a un oficial tomando sus manos y ubicándolas tras su espalda, por más que Gabriel haya estado forcejeando, mientras lloraba desconsolado sin querer alejarse de esa camilla ni de ese pequeño cuerpo.

No sabía... no podía... ¿que hacía?

-Queda arrestado por agresión, participación ilegal en actividades callejeras que fomentan la violencia y tenencia de armas ilegales a su cargo. -sintió que decía, mientras empezaba a caminar.

¿Qué iba a hacer Renato cuando se despertara y no lo viera ahí?

¿Cómo iba a saber si se despedaba?

¿Y si no se despertaba?

Gabriel no sabía...

-

Jeje, otro fin momentáneo. Nos vemos en unos días.

(¡Somos casi 3k! ¡Gracias!♥)

dangerOnde histórias criam vida. Descubra agora