IX

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Gabriel pestañeó varias veces, saliendo del trance de ese recuerdo, que había despertado una tristeza mezclada con enojo muy grande dentro de su cuerpo. Cuando sintió nuevamente el celular vibrando encima de su pecho, apretó sus puños.

"Es de mala educación no responder"

"Renato hace lo que quieras con la guita pero necesito que me devuelvas los anillos"

"Pero me gustan"

"Escuchame una cosa pendejo, vos me devolves esos anillos o te juro que te busco y te pego un tiro en el medio de la cabeza"

"No me hagas reír, Gallicchio... Aparte, ¿qué me asegura que no vas a pegarme ese tiro del que alardeas si te veo para dartelos?"

"Te prometo que no te voy a hacer nada"

"Hay algo que si me gustaría que me hagas, corazón.."

Gabriel bufó mirando la pantalla.
Era un caradura.

(...)

Las inconfundibles luces rojas otra vez brillaban contra sus pupilas; la música del momento resonaba en sus oídos y todo el humo artificial que tiraban en el lugar había nublado su visión.
Entró por una puerta del costado, tal como le había indicado Renato. Se adentró al lugar entrecerrando los ojos, buscando ese rostro conocido pero no había señales de él.

Gabriel odiaba estar ahí.
Odiaba haber vuelto, odiaba haber cedido y odiaba haberle mentido a sus amigos con respecto de a quién iría a ver.
"Me voy a ver con una minita que conocí", les había comentado.
Lo odiaba. Le tenía un odio profundo.

--Hola, bonito. --dijo esa voz tan característica, con suavidad.
Se sobresaltó en su lugar al sentirlo detrás de su espalda, pero enseguida se recuperó volviendo a tomar una postura erguida, desafiante.
Se giró con velocidad, quedando pronto frente a frente con el más alto. La sonrisa burlona estaba presente en la cara del chico; parecía estar disfrutando el hecho de que Gabriel hiciera todo lo que le pidiera ya que no tenía otra opción.
Lo observó acomodar su pelo de manera exagerada, y mordió su labio cuando pasó sus ojos descaradamente por todo su cuerpo.

Gabriel sintió ganas de vomitar.

No sabía si era porque le daba asco el chico o porque esa actitud suya lo excitaba de una manera que jamás admitiría en voz alta.

Lo odiaba.

--Dame los anillos y me tomo el palo. --dijo Gabriel cruzandose de brazos. Renato lo miró con la sonrisa más cínica que Gabriel había visto en toda su vida.
--¿Tan rápido, Gallichio? Pensé que eras más divertido que esto.. --protestó. Gabriel pudo sentir a su sangre hirviendo bajo su piel; sentía que se quemaba.
--Renato no quiero tener nada que ver con vos, me re cagaste y sos una mierda igual que el hijo de puta de tu padre. --exclamó, recibiendo como respuesta al menor alzando sus cejas. --Y creeme que estoy haciendo un esfuerzo enorme por no romperte la cara en este momento, así que no me tientes. --amenazó.

Vio al chico sonreír.

--¿Por qué no me rompes la boca, mejor? ¿U otra cosa? Porque tengo varias ideas... --insistió Renato, mientras se acercaba peligrosamente hacia él a lo que Gabriel se alejó dos pasos.
--Renato... --se le estaba terminando la paciencia. El castaño lo miró, y pudo jurar que le estaban brillando los ojos. --Solo quiero los anillos. Por favor... --su voz sonaba casi como una súplica. Gabriel se sentía físicamente desgastado.

Renato lo observó unos momentos y tomó su mano, empezando a caminar.

--Acompañame. --musitó.

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