IV

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Esa simple acción de escuchar su voz repitiendo su apellido le dieron unas ganas inmensas de escucharlo gemir su nombre mientras lo tenía atrapado entre sus piernas, pidiéndole más.

¿Qué hacía?...

La forma en la que Renato permanecía estático sentado sobre su cuerpo lo tenía maravillado. La confianza que emanaba era digna de admiración; sin embargo, Gabriel no tenía tiempo para admirarlo.
No tenía tiempo para hacer otra cosa más que centrar su atención en sus manos firmes viajando por su cuello, despreocupadas; como quien traza una línea en un lienzo con su pincel, Renato pasaba sus dedos suavemente por la piel de su clavícula, rodeaba su nuez y volvía a los costados de su cuello, causándole cosquillas.

-¿Sabes, Gabi?... --susurró en su oído, ahora más aferrado a su cuello. --Me encanta esta canción... --sintió una fricción muy leve, tortuosamente leve del cuerpo esbelto del menor contra el suyo.

(You make it look like it's magic
Cause I see nobody, nobody but you, you)

--Me encanta bailarla... --susurraba en su oído, de una forma tan imperceptible para todos los demás, pero que Gabriel lo sentía como un grito que lo sacudia; al igual que sus leves movimientos. --Me encantaría bailartela a vos, Gabi... ¿Vos me dejás? --indagó, sin alejarse.

(I'm never confused
I'm so used to bein' used)

El tono que estaba usando podría, de una forma muy sencilla, hacerlo enloquecer.
Pudo ver como Renato alejaba la cara de su oído para mirarlo desde una distancia peligrosamente corta.
Tan, pero tan corta, que Gabriel podría jurar que los cigarrillos que había fumado Renato eran mentolados, y podría nombrar de una manera perfecta las zonas donde su cara está más roja debido a la excitación.

Gabriel no emitió palabra.

Posó sus manos de una manera muy firme en las caderas del menor.
Este, le sonrió.
Pudo notar como, en milésimas de segundos, la mirada del menor se había tornado oscura y se había llenado de..
¿Lujuria?

Gabriel no sabía.

Pero lo que si sabía, era que ese pendejo iba a empezar algo que seguramente no iba a poder tener un freno.
Sintió sus manos vagar por su cuello pero esta vez llegando a su nuca, y manteniéndose allí. Pudo sentir unos dedos largos y finos enredarse en sus rulos; acción que, junto con la fricción rítmica que ahora Renato efectuaba sobre su cuerpo, lo hizo sentirse muy cerca de aquello a lo que le llaman cielo.

Gabriel sentía que no se podía mover.
El nivel de hipnosis en el que se encontraba era tan grande, que había dejado de escuchar la música de fondo y había dejado de ver a las personas a su alrededor.

Podía, sentir la electricidad que corría por su columna vertebral cada vez que Renato tiraba un poco del pelo de su nuca al hacer un movimiento.
Podía también, sentir cómo sus erecciones atrapadas bajo la tela del jean pedían con urgencia ser liberadas.
Podía sentir la respiración irregular de Renato en su cuello, en su oído, en su cara; podía sentir sus labios rosados cerca suyo y podía ver cómo los mordia intentando aplicar el autocontrol.

¿Pero podía, por ejemplo, descubrir el sabor que cargaba esa boca entreabierta?

¿Podía, quizás, decirle que pare y que vayan atrás, porque ya no puede aguantar más para sacarle la ropa?

O mejor.
¿Podía Renato sacarse la ropa para él?

Si, sí podía.
Pero el chico se le adelantó.

--Gabi.. tocame. ¿Me tocas? Tocame...--

Gabriel sintió ese pedido casi como una súplica y, cuando quiso acordar, la lengua húmeda del menor estaba recorriendo su boca con total desespero.
Sus manos ahora acariciaban con ímpetu la espalda suave del chico, de arriba hacia abajo; haciendo presión en momentos donde sentía que ese movimiento de caderas podía hacerlo delirar.

Pero de pronto el movimiento cesó
al igual que el beso, y al igual que la nube de Gabriel.

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