XV

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Luego de esto, no había vuelto a saber de él.

No sabía si alguien lo había ayudado luego de que él y Fausto huyeran del lugar; ni sabía si la sangre que había perdido había sido la suficiente como para matarlo.

En algún que otro impulso a lo largo de esos meses, había buscado entre sus mensajes hasta dar con el número de este chico (que le había hablado aquella vez quién sabe cómo, ya que no le había dicho en ningún momento su número); y le había enviado algunos mensajes.

Sin embargo, ninguno de ellos había tenido una respuesta; y había dos posibilidades. Lo estaba ignorando, o realmente algo le había pasado.

Y Gabriel, prefería poner su confianza en la primera opción y relajarse.

El rizado, al principio, pensaba que era una locura sentir, asumir y expresar que sin dudas le había gustado conocer a ese pendejo; le había gustado sentir su boca rosada sobre la suya y también el estar dentro de él; había gozado de sentirlo plenamente.

Le había gustado la sensación que había causado en su cuerpo, esa mezcla de adrenalina con ira y excitación, que lo había recorrido de pies a cabeza al igual que sus besos toscos.

Le había gustado, a su vez, el enojo que sintió cuando le mintió acerca de quién era su familia; descubriendo más tarde que era todo un invento del castaño para generar más riñas.

Todo parecía una locura en su cabeza; nada encajaba con nada, no entendía los sentimientos que colmaban todo su ser y en especial su cabeza. No entendía la imperiosa necesidad de volver a verlo; no entendía por qué su sangre parecía quemar al recordar su piel blanca.

Y si, la verdad es que quería volver a verlo.

Los pensamientos inundaban su cabeza mientras caminaba a paso firme rumbo a su casa. No entendía cómo, pero mientras su cabeza daba vueltas ya había caminado por más de 15 minutos y se encontraba casi que en la esquina de su apartamento. Observó la calle y notó como los rayos del sol empezaban lentamente a calentar el ambiente.

Sintió que alguien se posaba tras de él.

Intentó darse vuelta, pero sintió un pañuelo tapando su boca.

¿Qué?

Forcejeó. Forcejeó, forcejeó, forcejeó...

Fue inútil.

¿Qué le estaba pasando? Ya no veía bien.

Sintió su cuerpo caer, de una forma que le pareció muy suave, a la calle.

--Nos vemos, Gallicchio... --sintió.

Observó hacia arriba unos segundos más, antes de caer en la inconsciencia.

dangerWhere stories live. Discover now