XVIII

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No hizo falta decir más para que Renato se abalanzara sobre los labios del rizado, tomándolos con fuerza. El beso al principio fue torpe, desincronizado debido a las ganas acumuladas y al sentimiento de desesperación que reinaba allí; pero en cuestión de segundos lograron acomodarse comenzando un beso que ninguno de los dos podía comparar a nada.

Las manos de Renato viajaban desde la nuca de Gabriel hasta sus rulos, enredándose allí un momento y volviendo a bajar por su cuello. Separó sus bocas luego de varios minutos de una guerra protagonizada por sus lenguas, para enseguida dirigirse a su cuello dejando largos besos y mordidas allí.

Se movió un poco hacia atrás y bajó su mano rápidamente hasta el pantalón de Gabriel, desprendiéndolo. En un movimiento torpe y que le costó bastante debido a la situación del mayor, logró bajar dicha prenda junto con el bóxer hasta dejarlas por las rodillas del rizado.

Lo miró con su labio encerrado en sus dientes antes de salir de la posición en la que estaba, para agacharse y meter la erección en un movimiento limpio dentro de su boca.

Gabriel gimió duro, tirando su cabeza hacia atrás.

La boca del menor empezó a moverse frenéticamente sobre el miembro del contrario, creando el ritmo que se le antojó ya que ahora no estaban las manos de Gabriel para guiarlo. Mientras efectuaba este movimiento, fue despojándose erráticamente de sus prendas, quedando desnudo momentos después.

Los gemidos de Gabriel resonaban por toda la habitación, motivando al chico a seguir.

--Renato... para. Para-ah, para, dale. --suplicó. Renato miró hacia arriba encontrándose de frente con un Gabriel preso de la lujuria y la excitación, quien lo miraba desde allí. Tato sonrió de lado mientras abandonaba esa zona y, subiendo, empezó a desprender los botones de la camisa, liberando su pecho. Dejó un par de besos allí mientras buscaba con sus manos los bolsillos del pantalón que recién había dejado en el piso abandonado.

Rápidamente encontró lo que buscaba y, untando sus propios dedos con el lubricante, se ubicó en una posición cómoda donde Gabriel podría verlo a la perfección, y comenzó a prepararse él mismo.

La boca del mayor se abrió al ver la expresión de Renato al introducirse el primer dedo. Sus gestos y los sonidos que emitía su boca al estar de lleno metido en el plano sexual, podrían tranquilamente matar de un saque a Gabriel.

Observó con desespero los movimientos de Tato hasta que se sintió listo, luego de tres dedos. Lo vio incorporarse y rasgar el preservativo, colocándolo en su miembro en tiempo récord.

¿De verdad iba a hacer esto sólo?

--Renato, soltame, por favor. --gimió. Tenía la necesidad loca de tocarlo, ya. Renato sonrió.

--No. --dijo. Y se sentó en su miembro en una estocada.

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