danger

XXXIII

Gabriel sintió como la sangre abandonaba su cuerpo con cada paso que daba. Se sentía pesado, ligero, feliz, triste, melancólico. Sentía el peso de los meses en su espalda, sentía como su boca no aguantaba más soltar todas las palabras que quería decirle. Quería gritarle que lo amaba, que había pensado todos los días en él. Que los días jamás habían sido tan tortuosos y lentos, que la agonía de su mente recordándolo le había sido castigo suficiente para entender que Gabriel, sin esos ojos marrones, era poco y nada.

Su mano golpeó la puerta de madera de una forma más tranquila de la que se esperaba.

Suspiró pesado.

Sintió unos pasos increíblemente familiares recorriendo el piso dentro del apartamento.

Hasta esa acción le resultaba conocida; sentía que la forma en la que Renato hacía las cosas, por más típicas que sean, eran totalmente diferentes a cómo las hacía el resto.

Sintió la puerta abrirse y la imagen que obtuvo le resultó difícil de describir en palabras.

Observó esos ojos tan conocidos abrirse en sorpresa ante su presencia. Vio su pelo mucho más corto de lo que estaba acostumbrado a ver en sus vagos recuerdos; ahora estaba también de una tonalidad más oscura, resaltando su piel blanca aún más de lo que él creía humanamente posible. Una barba de tres días crecía en su cara de una forma que le resultó maravillosa; sus labios mantenían el tono rojizo que los caracterizaba, pero ahora lo adornaba un pequeño piercing que atravesaba su labio inferior. Gabriel juró que frunció levemente el ceño ante esto.

-Hola -lo sintió hablar. Gabriel tuvo que ahogar un quejido.

-No quiero sentir nunca más que me estoy olvidando de tu voz -le susurró, casi sin pensarlo.

Renato le sonrió grande antes de enredar sus brazos en su nuca, atrayéndolo a su cuerpo como si de un imán se tratase.

-Nunca más, mi amor... -le dijo.

Y Gabriel pensó que nunca había sido más feliz.

Otro final momentáneo.

Nos vemos en unos días para el final-final, jajaja, gracias a todos y todas por leerme.♥