XIX

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Los gemidos que soltaron sus bocas se efectuaron casi al unísono. Estaban desesperados los dos, pero Gabriel le ganaba por goleada al castaño: él debía permanecer inmóvil y estaba totalmente a la merced de Renato. Los movimientos del mismo eran frenéticos, incontrolables; sus uñas se clavaban en su espalda y sus labios buscaban con necesidad los del contrario, en un intento desesperado de calmar su hambre.

Gimoteaban al compás, pero Renato no parecía satisfecho; no gritaba como aquella noche en el hotel por más de estar disfrutándolo.

Sus movimientos pararon.

--¿Qué pasa, pendejo? Movete, por dios... --reprochó Gabriel.

--Sos re frustrante. --musitó.

Lo siguiente que pudo sentir fue a Renato saliendo de él, generando así un quejido de parte de ambos. Rodeó la silla con una rapidez extraordinaria, soltando sus manos en un movimiento y, seguidamente, sus piernas. Gabriel lo miraba, estático.

Renato dirigió su cuerpo hacia la cama, tirando del rizado quien fue tras él, sin dejar nunca de mirarlo. Al llegar a los pies de la cama, se giró rápidamente quedando frente a frente en cuestión de segundos.

Se miraron con una intensidad difícil de describir.

--Garchame como sólo vos sabes, Gabi. Soy bueno en todo, pero cuando se trata de cogerme bien, realmente vos me superas. --susurró.

Gabriel lo observó, y lo tiró en un movimiento a la cama. Renato cayó de espaldas y le sonrió.

Gabriel negó.

--Así no, bonito. --dijo, imitando sus palabras. Renato lo observó confuso, pero enseguida entendió cuando las manos de Gabriel tomaron fuertemente su cuerpo, rotándolo para que quede de espaldas a él y el chico, instintivamente, levantó sus caderas quedando en 4.

--Sos fácil, ¿eh? --musitó Gabriel, bromeando.

--Dale, cagón. --respondió.

Ante este apodo, Gabriel tomó la cintura del menor y lo embistió con fuerza.

Tanta fuerza, que rozó su próstata en el primer movimiento, recibiendo así el grito ahogado de la garganta de Renato. Todos sus movimientos fueron así, rítmicos, incansables, profundos; los cuales se acompañaban por los gemidos incontrolables de parte del menor.

--A-así, Gabi, dale-ah, dale ahí... dale --gemía.

--Así que te gusta un montón joderme, ¿eh? --dijo.

Embestida.

--Te gusta desafiarme y hacerme enojar. --siguió.

Embestida.

--S-si, si si... --respondía.

--Bueno. Acaba solo, entonces, cagón. --respondió. Yse separó bruscamente de su cuerpo.

dangerWhere stories live. Discover now