Capítulo 14

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Caminé por las calles de San Francisco

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Caminé por las calles de San Francisco. Triste, solo y con muchas cosas en qué pensar. Suspiré al ver cómo la gente se divertía en los parques y disfrutaba del aire fresco, veía a los niños jugar y reír alegremente sin ninguna preocupación en su mente.

¡Dios, cómo quisiera ser normal!

Era un demonio y no podía revertir lo que había hecho mi padre. A lo mejor los demás pensaban que era malo y que mis poderes los utilizaba para hacerle daño a la gente. Pero eso era lo que más me molestaba, que pensaran esas cosas sin antes conocer la verdadera historia que había detrás de una persona.

Sin nada que hacer, decidí sentarme en una de las bancas del parque para tomar un descanso.

¿Cómo voy a proteger a los que quiero sin que salgan heridos?

Quisiera alejar a Adeline de todos los problemas, quería que viviera como una joven normal, quería verla sonreír y que estuviera feliz de ser libre. Desearía no haber metido a Arael en todo esto, pues él decidió estar conmigo ya que le iba ayudar a encontrar a la elegida. Pero todo se me había salido de las manos, mi hermano nos perseguía y quería que regresara con mi padre, Natalia había escapado y no sabíamos nada de ella, teníamos que salir de ahí e ir al mundo de los ángeles.

¿Cómo voy a soportar todo este peso que cargo sobre mis hombros?

No tenía la menor idea, mientras más me buscara mi hermano más débil eran mis poderes, ya no creía poder aguantar más. Estaba haciendo lo posible para que la conexión que había entre los dos se rompiera y pudiera dejarme tranquilo. Pero eso era casi imposible... creía que aún seguía siendo ángel después de todo. Mi demonio interior siempre había  querido salir y apoderarse de almas para volverme más fuerte. Pero por otro lado, mi parte ángel no quería  hacerle daño a la gente y tratar de que todo saliera bien.

Un dolor fuerte en la cabeza hizo que apretara las manos con fuerza para detener el dolor. Era imposible quitar la sed de sangre, mis ojos estaban cambiando en cada momento y se volvían color carmesí. No podía dejar que nadie me viera, ponía en riesgo mi identidad. Así que con mi mayor fuerza me levanté de la banca y de repente mi vista se nubló.

¡No, otra vez no!

Con una mano en la cabeza y la otra hecha puño caminé lo más rápido posible para llegar de nuevo al departamento. Me dolía todo el cuerpo y sabía que era debido a la marca que mantenía la conexión con Alec. Si mi hermano lograba que la conexión se hiciera fuerte, este era capaz de poseer mi cuerpo y hacer el mundo un caos. Así que corrí todo lo que pude y no me importó que las personas me vieran extraño. Chocaba con todos y era que mis ojos habían cambiado y lo sabía por el dolor. Con desesperación subí las escaleras para llegar al segundo piso, mi respiración era pausada y mi pecho dolía demasiado.

Si seguía así, podría hasta morir.

Llegué como pude al departamento de Arael y toqué débilmente la puerta. Me agarré de la pared al sentir que iba a caer al suelo, cerré los ojos fuertemente y respiré profundo. Esperé y esperé a que abrieran la puerta pero no oía ningún ruido por parte de ellos. Nervioso volví a tocar y la verdad me molestaba que a cada rato le metieran seguro a la puerta, pero de todos modos ayudaba mucho.

—¡a-abran! —dije débilmente y no aguanté más.

Caí al suelo de rodillas, mi respiración era dificultosa y mi vista se tornaba borrosa. Hice mis manos puño para evitar el terrible dolor de cabeza y pecho. Levanté la mirada tratando de buscar alguna esperanza o a alguien que pudiera ayudarme pero las lágrimas amenazaron con salirse debido a la persona que tenía en frente.

Alzó su mano hacia mí y yo negué.

—vamos, hermano. Te he estado esperando por mucho tiempo. Sino quieres que Adeline muera, ven conmigo y todo se arreglará. —sonrió con malicia.

—no... j-jamás —tartamudeé. Me resistí y me apreté el pecho con una de mis manos para evitar el dolor.

Me estaba retorciendo en el suelo, notaba que en mis brazos salían venas moradas y con tonalidades azules. Eso sucedía cuando mi parte demonio salía al exterior y sabía que ya era demasiado tarde. Mi corazón latía desbocado, mi garganta se encontraba demasiado seca debido a la sed y lo peor fue que pude sentir el sabor metálico de mi sangre ya que me mordía los labios por frustración y desesperación.

—si sigues así vas a morir y nadie va a poder cuidar de ella.

Estaba pensando usar uno de mis poderes para hablar con Adeline, la telepatía. Pero al darme cuenta de la situación me acordé que mi hermano sabía que tenía ese poder y no me dejaría hacerlo.

Su sonrisa se convirtió en malvada, él estaba disfrutando verme sufrir y convertirme en algo que nunca en mi vida había querido ser. Más lágrimas salieron sin previo aviso, no podía decirle que no. Tenía que tomar una decisión en ese momento. Una de ellas era, ir con él y convertirme en lo que nunca quise ser o quedarme con Adeline pero sufrir las consecuencias de la conexión y afectar a las personas de mi alrededor. Sin dudarlo, tomé la mano de mi hermano. De la persona que aunque fue mala, se adueñó de personas inocentes y acabó con su vida, seguía  siendo mi hermano y una parte de mi aún le quería. Todo mi ser pedía a gritos sangre, matar, asesinar, ser libre y poder destruir lo poco que quedaba de mi humanidad.

—vamos con nuestro padre —Alec sonrió felizmente y yo me dejé caer por completo al suelo, rendido.

Mis ojos se cerraron, no sentía mi cuerpo. La voz de mi hermano se oía lejana y ronca. No sentía absolutamente nada, el dolor había desaparecido al igual que mi humanidad. Y ahí me di cuenta que mi demonio interior salió para convertirme en algo que jamás quería ser, en lo que siempre aborrecí desde que era pequeño y en algo que sabía que iba a afectar a todos.

Mis últimos recuerdos fueron de ella, de mi hermosa y joven Adeline. Ojalá ella se enterara que yo jamás quise ser un demonio, jamás quise ser malvado y menos un asesino.

Lo siento, Adeline.

De verdad, lo siento.

No pude resistir tanto.

Ahora, ya no me verás como el chico tierno, dulce, serio y misterioso.

Desde ese momento, cambié.

Esperaba algún día me perdonaras y te enteraras toda la verdad. No quería que jamás dejaras de confiar en mí, porque yo aún te seguía amando desde la primera vez que te vi. Estaré esperándote hasta el final de los tiempos, hasta que dé el último respiro... Siempre iba a estar a tu lado aunque tú no me vieras o no me sintieras. Una parte de mí siempre irá contigo a donde quiera que vayas.













                             

Alas sombríasKde žijí příběhy. Začni objevovat