Capítulo 22

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Ya había amanecido, el sol me daba directamente en la cara y no quería ni moverme

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Ya había amanecido, el sol me daba directamente en la cara y no quería ni moverme. No sabía qué hora era pero aún así me levanté con desánimo, me agarré el cabello con una liga que tenía en mi muñeca y al momento de estirar mis brazos sentí un dolor en uno de ellos. Me quejé al tocar la zona con varias tonalidades de azul y morado. En mi brazo derecho tenía marcas que dolían demasiado y un grito ahogado se me salió al momento en que estos empezaron a desaparecer, las manchas y marcas de otras manos se estaban borrando de mi brazo y eso se me hacía algo muy raro y confuso. Todo eso era muy diferente a lo que yo antes había vivido, recordaba que me maltrataban y me ocasionaban sufrimiento pero en ningún momento las marcas se habían quitado, las cicatrices permanecían como significado del dolor. Pero decidí no tomarle tanta importancia así que sin volver a pensar en ello me concentré en lo que había a mi alrededor.

En la noche no había tenido el tiempo para inspeccionar la habitación así que me llevé una sorpresa cuando observé todo el lugar con detenimiento. Las paredes eran de color blanco, cuadros con imágenes raras pegados a las paredes, una mesa pequeña en una esquina de la habitación, además de la puerta de salida/entrada había otra que me imaginaba, era el armario o el baño. Todo lucía impecable, olía a limpio y fresco. El color de las cortinas hacia que se viera la habitación un poco más viva pero lo malo era que yo estaba incómoda, yo no pertenecía a ese lugar y después de pensar tantas veces en ello me decidí. Un escalofrío me invadió, eso no estaba bien, no debía estar ahí , no debí de haberme quedado con Corinne.

Mientras inspeccionaba todo con algo de temor, oí unos pequeños golpes en la puerta. Eso hizo que brincara en mi sitio y que mi respiración se acelerara. Al momento de girarme para poder ir hacia la puerta, una persona la abrió primero. Asomó solamente su cabeza y supe de inmediato que era Corinne.

—¿Puedo pasar?—preguntó con timidez.

Levanté una ceja, algo confundida.

—claro...—murmuré bajo.

Corinne entró a la habitación con una bandeja en sus manos, esta contenía comida, una bebida y postre. Eso se veía tan delicioso que no podía despegar la mirada de ella.

—venía a dejarte esto y a decirte que te daremos un protocolo. —habló mientras jugaba con sus dedos.

—¿protocolo?—pregunté, trataba de descubrir lo que significaba todo eso.

Ella asintió y explicó.

—los protocolos son como reglas que debes cumplir a cierta hora o momento, como si fuera un horario. Es por eso que te dejaremos esta hoja para que después la pongas en donde la puedas ver. Comenzamos hoy... —dio un aplauso en el aire.

Parecía que estaba de buen humor, no como la vez pasada. Yo aún seguía teniendo dudas del protocolo y para qué me iba a servir. De repente, ella sacó algo de su bolsillo, era un sobre blanco. Su mirada se oscureció y realizó una mueca. Quise preguntar acerca de ello, pero me quedé callada al instante en que ella alzó la mirada y me observó con sus grandes ojos. Me miraba detenidamente y me provocó algo de miedo ver las cicatrices en su rostro ya que se veían demasiado macabras. Yo también decidí observarla, ver cada detalle de ella y aprender un poco de sus movimientos pero de manera rápida dio un paso hacia mí y habló.

Alas sombríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora