Capítulo 24

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En esos momentos me encontraba en mi antigua habitación, solo, pensando en cómo salir de ahí

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En esos momentos me encontraba en mi antigua habitación, solo, pensando en cómo salir de ahí. Ya era de día y no quise ir a entrenar con los demás, se suponía que en cada momento los demonios se preparaban para lo que venía, luchaban y se mataban entre sí. Yo no quise en esos momentos participar, no me sentía bien. Mi padre no me obligó y eso me alivió por completo.

Desde la ventana se podía ver aquellos que se atrevían a retar a mi hermano. Él era uno de los mejores tiradores de arco y coleccionaba dagas en su habitación como un honor a mi madre. Mi madre era demasiado buena en las armas y era por eso que Alec las sabía usar a la perfección. Yo por lo tanto, no era bueno usándolas. Más bien, era bueno en mis poderes y en artes marciales.

Mientras pensaba y veía a la vez cómo un chico fornido y de cabello color azabache peleaba con mi hermano, unos toques en la puerta me sacaron de mi trance. Confundido y esperanzado, caminé hasta la puerta y giré la perilla con nerviosismo. Al momento de posar mi mirada en la persona que se encontraba en frente mío mis ojos se abrieron al límite. No me esperaba esa visita y menos de ella.

Natalia.

Quise cerrar la puerta en su rostro, pero guardé la compostura y decidí hablar.

—¿Qué haces aquí? —hablé severo.

Tenía mucho tiempo que no la veía, ella nos había traicionado a Arael y a mí. No tenía derecho de venir aquí a dar explicaciones y menos a dar lástima.

—antes de que me cierres la puerta en la cara, vengo a decirte algo. Creo que te va a interesar. —habló mientras se adentraba en mi habitación.

Una sonrisa de oreja a oreja se le formó al ver los cuadros que tenía en las paredes y también al ver el color de ellas.

—habla —dije con hostilidad.

Cerré la puerta para mayor privacidad y la observé por unos momentos. Su cabello en una coleta alta, rubio y brillante. Sus manos delgadas y huesudas. Su ropa sofisticada y sin ninguna arruga. Sus ojos impactantes y que destellaban maldad.

—Arael está loco... —rió con sorna.

Yo inmediatamente fruncí el ceño, ¿qué tenía que ver Arael en esto?

—¿Qué? —me acerqué un poco a ella, tratando de obtener una explicación o una respuesta mejor.

—no sabes nada, Aspen. —se giró y pude ver sus grandes ojos, ella estaba llorando.

Me quedé pensando unos momentos, sabía que algo no andaba bien pero pensé que Arael era capaz de controlarlo.

—¿Qué diablos sucede, Natalia? Llegas aquí con respuestas a medias, nos traicionaste a los dos solo por que quieres tener más poder ¡¿no es así?! —grité enfurecido.

Ella apretó los labios, enojada. Sus cejas levantadas y sus manos apretadas me decían que algo no andaba bien, nada estaba bien. Sus ojos lucían cansados e hinchados.

—en parte tienes razón, siempre eres bueno en eso, Aspen. —se tranquilizó y continuó. —pero lo que te digo es verdad. Arael está loco por Adeline. —me miró con seriedad y algo en mí se quebró.

Recordaba los momentos en que él miraba a Adeline con cierta locura, la miraba de una manera muy intensa y perturbante. Jamás quise hablar de ese tema con él pues sentí que a lo mejor eran mis ideas, o tal vez celos.

—¿Cómo sabes eso? —dije en un susurro.

Me dolió. Ahora él debía estar con ella y pensaba que cada día Adeline me iba olvidando, va olvidar todo lo que pasamos.

—estamos conectados, hicimos un pacto y no podemos separarnos mucho. Obviamente le pagué a una bruja para que debilitara el poder de nosotros dos y así él no pueda encontrarme. Pero aún así puedo sentir lo que él siente, lo que él está pasando y sé que no está bien. —dijo mientras se acercó a mí.

Por inercia retrocedí. Aún seguía sospechando de ella, podía ser como yo o tal vez no, pero no podía confiar en nadie. Pensé de nuevo en lo que dijo Natalia.

¿Y si ellos estaban en problemas?

¿Y si Arael era capaz de hacerle algo a Adeline?

—en estos momentos estás muy preocupado por ella, lo puedo notar. Solo vine a decirte esto...—suspiró y cerró los ojos. —tienes que tener cuidado, Arael no es del todo bueno y creo que le hizo algo a Adeline.

Mis puños se apretaron cuando la mencionó.

—¿por qué me dices eso a mí? Eres el enemigo, no deberías estar aquí. Nos engañaste a todos, Natalia. No permitiré que suceda de nuevo. — apreté la mandíbula furioso.

Estaba apunto de agarrar su mano y leer lo que pensaba pero ella la alejó rápidamente.

—claro que no, Aspen. Yo no soy el enemigo. —rió y caminó hacia la salida —el enemigo estuvo siempre frente a tus ojos y tú no lo viste. Yo solo fui parte del plan y ahora que ya no necesito su ayuda, puedo hacer las cosas por mi cuenta. Ten en mente eso... —al llegar hasta la puerta se volvió a girar y me miró con frialdad. —no esperes tanto, Aspen. Mientras tú piensas que el enemigo es tu padre o tal vez tu hermano... otros hacen sus planes para acabar con tu vida y de la persona que más amas.

—no confíes en nadie. —sonrió y salió de la habitación como alma que lleva el diablo.

Me quedé atónito con su confesión. Entonces... lo que ella quizo decir era que Arael amaba con locura a Adeline y que él era capaz de acabar con todo aquello que se interpusiera en su camino. Nada era lo que parecía. Mientras yo estaba ahí perdiendo el tiempo en pensar o en luchar, quizás Adeline estaba en problemas. Necesitaba verla en ese mismo momento, saber que ella estaba bien y no en manos de Arael. No me gustaría saber que él la llegó a tocar o hacerle algo... no podía ni imaginármelo.

Mientras caminaba por toda la habitación pensando en formas para ir tras Adeline, una idea vino a mi mente.

La telepatía.

De esa manera podría contactarme con ella mediante la mente, ella podría escuchar mi voz y sabría que era yo. Con una esperanza creciente me senté en la cama y respiré profundo. La telepatía era uno de los poderes que más se me facilitaba y sabía que no iba a fallar. Me concentré en pensar en Adeline, relajarse era uno de los primeros pasos, después era pensar en la persona a la que querías mandarle o decirle algo y al final solo ocurría por arte de magia.

Pero esa vez no fue así, no pude entrar en su mente. No pude encontrarla por ningún lado. Eso en parte me asustó y me dejó con la intriga. Pero al momento de sentir un terrible dolor en mi cabeza supe que la conexión que nosotros habíamos tenido... se había ido.

Ella ya no era mía.

Nunca había sido mía y no me había dado cuenta hasta en esos momentos.

Su mente estaba vacía, ella no me recordaba. Adeline me había olvidado para siempre.

Mi corazón se estrujó de dolor, quería llorar, me estaba doliendo demasiado al saber que alguien le había borrado la memoria. Ya no recordaría los momentos que pasamos juntos, el beso, las risas, cuando nos conocimos. Una parte de mí se quebró en dos y supe que la necesitaba.

La necesitaba demasiado.

No podía perderla, no quería perderla.

No quería saber lo que era vivir sin ella.













Alas sombríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora