Capítulo 37

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Callum permanecía en su habitación, él necesitaba descansar

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Callum permanecía en su habitación, él necesitaba descansar. Todos seguían afuera y él los podía ver desde la ventana. Su mirada se posó en los chicos que estaban cerca del bosque y veía cómo todos se alejaban de algo o mejor dicho... de alguien. Su sonrisa aumentó al ver que Lucien cargaba con una chica, la niña huérfana. Su apariencia era horrible, quemada, ensangrentada y un hueco en su pecho. A Callum eso no le importó y salió de su habitación con un plan en mente. Mientras pasaba por el gran y largo pasillo que conectaba con las habitaciones su cabeza se imaginó las posibles consecuencias que traería la presencia de Adeline. Su hijo se volvería loco si la veía aquí así que era mejor ocultarla y no decirle a nadie de su plan. Bajó las escaleras que se encontraban en el centro del salón, la puerta principal estaba enfrente de él y esperaba encontrar a Lucien ahí. El reino estaba demasiado frío y oscuro, a Callum siempre le había gustado la oscuridad pero una parte de él aún quería mantener la luz en su interior. Así que, alzó una mano y de sus dedos salió fuego. Este se movía lento, era brillante y algo magnífico. La llama azul giraba en sus dedos y se mantenía siempre en alto. De esa manera, Callum lanzó la llama hacia una de las velas que se encontraban en la pared, donde cuadros y fotografías hacían acto de presencia. La vela se encendió y el salón apenas se iluminó, ya no estaba tan a oscuras. Lucien entró con la respiración entrecortada y un ligero sudor en la frente. Sangre manchaba su camisa y una extraña tinta negra manchaba la mayor parte de su cuerpo. Callum no se inmutó al ver la imagen aterradora de Lucien, al contrario, sonrió satisfecho al ver que traía lo que le había pedido.

—deberías darte una ducha, estás destrozado. —rió con sorna Callum y Lucien realizó una mueca de fastidio.

Él sin importarle nada, dejó caer al suelo el cuerpo inmóvil de Adeline. Sangre manchó la alfombra de colores claros y amarillentos que tenía Callum en su salón. Apretó la mandíbula y le dirigió una mirada mortal a Lucien. Caminó lento y despacio hasta él.

—llévatela, no quiero que mi hijo haga un caos de nuevo. Enciérrala en las mazmorras, nadie sabrá de ella. —dijo mientras su mirada se posaba en Adeline.

Ladeó la cabeza y observó con detenimiento, veía que esta se empezaba a curar. Las heridas más graves intentaban cerrarse, la sangre empezaba a desaparecer y Callum levantó las cejas sorprendido, esta era una chica muy especial. Se mantuvo quieto en su lugar, veía a Lucien de reojo tratando de averiguar lo que había ocurrido con él cuando fue a himlen.

—¿mataste a Arael?

Lucien levantó la mirada y observó los ojos verdes de Callum, tenía miedo de decirle que su plan había fallado y que algo terrible había ocasionado. Se mordió el labio y su mano tembló a un lado de él. El rey de inmediato notó la actitud del chico y su mirada se ensombreció, agarró el brazo de Lucien y miró las manchas negras que cubrían sus dedos.

—¿Qué pasó? —su voz ronca hizo que Lucien temblara de miedo.

Lucien parpadeó varias veces y no quiso recordar todo lo que había pasado. Callum insistió pues apretó con fuerza el brazo del chico y le miró con intensidad. Él trataba de controlarse pero Callum nunca había tenido paciencia.

Alas sombríasWhere stories live. Discover now