Capítulo 28

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Estaba asustado, aún no podía creer que Adeline se había olvidado de mí

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Estaba asustado, aún no podía creer que Adeline se había olvidado de mí. Ahora que lo pensaba Natalia tenía razón después de todo, algo le había hecho Arael pero yo no era capaz de hacer nada, no podía irme de ahí. Tan solo de pensarlo se me revolvió el estómago, eso era realmente difícil. Con algo de temor salí de la habitación dudando de ciertas cosas, mi mirada estaba perdida, no sabía adónde me dirigía pero tenía en mente algo, tenía que encontrar a Adeline lo más pronto posible.

Caminé por el gran pasillo, una alfombra oscura adornaba todo el piso y cuadros demasiado grandes para mi gusto adornaban cada pared de los grandes salones. Habían demasiadas habitaciones que era posible perderse, cada una tenía un diseño diferente y eso lo entendí al instante. Eso se debía a los niveles de poder o de magia que cada uno tenía, unos eran demonios completos, otros novatos, muy pocos que eran intermedios y los sirvientes. Por suerte yo me encontraba en los intermedios pues nunca me había gustado hacer lo que mi especie siempre planeaba, ellos podían ser demasiado malvados.

Cuando llegué hasta el final del pasillo, volví a escuchar voces solo que estas eran más notorias. Mi padre aún no hacía su aparición teatral así que con eso me bastó para no arruinar mi día. Bajé las escaleras despacio, cansado e irritado. En esos momentos mi ropa no era la indicada, siempre oscura y demasiado grande. En todo momento estaba descalzo, creo que era algo que nunca se me había quitado pues de pequeño me gustaba mucho explorar los bosques, sentir la brisa de todos los días y poder disfrutar del sol al igual que caminar descalzo por todo el césped. Pero esos momentos se acabaron desde el día en que murió mi madre. La oscuridad reinó todo mi hogar y desde ahí nada fue como antes.

Con pensamientos algo tristes decidí salir del castillo. Me moría de ganas de ir a uno de mis lugares favoritos, un río. Este se encontraba cerca del bosque y eso lo hacía precioso. Estaba tan emocionado que se me había olvidado por completo que mi hermano y los demás demonios se encontraban en el patio delantero, practicando. Mi sonrisa se esfumó en el momento en que la vista de todos se dirigieron a mí, unos me observaban con asombro, otros con odio y repulsión pero decidí no tomarle importancia y mantener la distancia con cada uno de ellos. No quería arriesgarme a pelear con otro demonio.

Cuando di los primeros pasos para salir del castillo, todos se pusieron alerta. Mi hermano sonrió malévolo y habló con desdén.

—vaya... llegaste. Tú debías entrenarlos.

Una sonrisa de satisfacción se formó en su rostro, él siempre gozaba de molestarme. Pero yo solo me quedé quieto esperando a que él dejara sus tonterías.

—¿no piensas decir nada al respecto? ¿Por qué no le explicas a todos ellos que tú nos traicionaste, que nos cambiaste por una humana? —habló en un susurro mi hermano, pero aquí todos éramos demonios y podíamos escucharlo todo.

Apreté los dientes enojado, Alec jamás cambiaría de opinión. Él jamás me creería. Con una determinación que la verdad no sabía de dónde la había sacado, caminé en dirección recta para ir a mi destino y no perder tiempo. Pero lamentablemente todos se pusieron en guardia y no me dejaron pasar. Eso fue lo que más me molestó y no iba a permitir que ellos se excedieran de esa manera, no debían tratar así a la persona que les había salvado la vida.

Alas sombríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora