Capítulo 33

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Mi vista se posó en el chico que estaba en frente mío

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Mi vista se posó en el chico que estaba en frente mío. Una chispa, confusión y sentimientos llegaron a mí como apuñaladas. Todo mi ser gritaba desesperación pues no sabía quién era esa persona, el poder que estaba apunto de sacar a relucir, a demostrar, había desaparecido en el momento en que empezó todo. En el momento en que ese chico llegó y empezó a golpear a Devon, por los gritos de otra chica y la sorpresa de Corinne supe que esto no estaba bien. Gritaban su nombre, Arael.

Quise preguntar acerca de ello, anteriormente lo había escuchado pero nadie me explicaba sobre eso, nadie me daba una respuesta a mis dudas. Sonidos de gente alterada, gritando, se escuchaban a lo lejos. Me giré en mi propio eje y alcancé a ver que la mayoría de las personas veían la pelea con temor, con dolor en sus rostros. Unos apoyaban al ángel y muy pocos a Devon. Todo era confusión y desesperación. Nadie quería interponerse porque sabían que no iba a terminar bien, sabían las consecuencias que eso ocasionaría y aún así no fueron capaces de ayudar, de tratar de calmarlos.

Sin pensarlo dos veces, decidí hacer algo. Sabía que para algunos podría ser algo muy tonto y absurdo pero no se me ocurrió otra mejor idea. Grité, grité tan fuerte que sentí cómo mi garganta ardía. Todos guardaron silencio y pensé que ya había terminado todo, que sí había logrado calmarlos un momento por la inesperada reacción pero el único que se detuvo fue el ángel. Él de inmediato corrió hacia mí y me miró con miedo, con preocupación.

—¿te encuentras bien? —dijo mientras inspeccionaba mi rostro.

Yo fruncí el ceño, me parecía tan conocido, tan familiar pero no podía recordar nada. Me habían borrado la mayoría de mis recuerdos y lo único que tenía era el dolor de no poder recordar los momentos que viví con los que me cuidaron, con los que me salvaron y trataron de dar su vida por mí. Después de salir de mis pensamientos, contesté con inseguridad.

—¿Quién eres? —pregunté con frialdad, con algo de incertidumbre.

La expresión del chico cambió drásticamente pues sus ojos volvieron a la normalidad. Pensé que me iba a hacer daño, que él se había enojado por algo que había dicho pero no fue así.

—sé que no me recuerdas, pero yo fui una de las personas que te salvé, que te sacó del orfanato para que dejaras de sufrir. Yo...—él se detuvo pues yo no mostraba indicios de recordar algo.

Devon se encontraba atrás de él con la respiración agitada y sus ojos más rojos de lo normal, tenía sangre en su camisa y sabía que no podía ser de él, Devon se podía curar pero no sabía si Arael lo hacía.

Una mujer se acercó a nosotros y miró con odio a Devon, sus cejas levantadas y sus ojos penetrantes me estaban preocupando demasiado. Ella era alta, cabello rubio, pálida y con un cuerpo esbelto pero algo me decía que ella era mala, que ella tenía un poder extraño en su interior.

—Arael, tenemos que irnos. Deja a este vampiro en paz. No vale la pena que sigas peleando con alguien tan bajo de poder, apenas es un adolescente. —dijo la chica rubia y yo realicé un chasquido con mi lengua.

Esto no me estaba gustando.

Corinne dejó su lado de nerviosismo y corrió hasta Devon, parecía preocupada, dolida y temerosa. Vi que se acercó a él y le susurró algo que no pude escuchar, que no pude entender. Devon inmediatamente se calmó y de la nada, desapareció. Corinne seguía con su mirada triste, perdida y al mismo tiempo confundida. Yo tenía la misma expresión pues la verdad todo eso era algo desconocido y no podía negar que me estaba afectando mucho. El silencio reinó en el bosque pues aún estábamos a las orillas de él, la gente había dejado de gritar y todo parecía tranquilo hasta que el chico de las alas habló decidido.

—te perdí una vez, no volveré a perderte de nuevo. Nos vamos de aquí, no quiero que estés más con Devon. —el chico caminó hacia mí y yo comprendí a lo que se refería.

Yo traté de alejarme, de que él no me tocara o me alcanzara pero no podía hacer nada, con la mirada de Corinne supe que esto era lo correcto. Que era mejor irme con él a estar ahí con lo que me había hecho llorar, con lo que me hizo temer. Con lo que me convirtió en un horrible ser.

—pero dime ¿Qué eres para mí?, Siento que te conozco desde hace mucho, que tuve un fuerte lazo contigo... más no sé si esto sea real. —me encogí de hombros indecisa.

Él lo pensó un momento, se quedó mirando a la chica rubia y esta solo negó. Ellas dos parecían saber lo que ocurría, lo que Arael estaba pensando. Hasta repetir su nombre me daba escalofríos, me daba algo de temor.

—eres mi alma gemela y es por eso que debes de estar conmigo, no con Devon. No permitiré más preguntas de ese tipo... —se detuvo un momento para pensar y después continuó —. Yo te dí una carta, un sobre blanco que tenía toda la verdad adentro. Te decía lo que nosotros pasamos, quiénes te cuidaron y todo lo que sufriste.

Yo me alteré, mi mano tembló y era porque me sentía muy mal. Sentía cómo mi corazón latía lento, despacio y hasta pensaba que se iba a detener pues mis ojos se querían cerrar. Todo mi alrededor me daba vueltas, veía borroso y no sabía qué era lo que lo ocasionaba. Corinne corrió hacia mí y me miró preocupada, me preguntaba si me encontraba bien, si me había hecho daño pero yo no podía contestarle. No podía hablar. Arael me miró con furia, veía que respiraba pesadamente y que la tal chica de extraña aura lo intentaba calmar. Todo en mí se hizo trizas al sentir cómo una mano atravesaba mi pecho, fue un dolor horrible que me hizo ponerme de rodillas. Mis ojos estaban abiertos al límite y sentí la peor sensación en mi vida, iba a morir, ahora sí sentía que mi cuerpo dejaba de funcionar. Que mi corazón se detenía. Todos los espectadores se quedaron inmóviles en su lugar, todos con expresión de miedo y terror. Veía el rostro de Arael y supe que ahora sí era mi final, ahora sí me iba a ir de este lugar. De un solo movimiento la mano que me había perforado, arrancó mi corazón y en ese momento mis lágrimas salieron de dolor y de tristeza. Un grito de horror salió por parte de Arael, también lloraba y trataba de moverse pero no podía. Sentí cómo caía al suelo, la tierra recibió el impacto de mi cuerpo, yo dejé de moverme, mis llantos no se podían escuchar pues estaban en mi interior, aún no me quería morir pero ya era tarde.

Lo último que vi al cerrar mis ojos fue que todo el bosque se estaba incendiando, vi el fuego que quemaba cada parte del pequeño bosque, oía gritos de las personas que se dieron cuenta de lo que sucedía y lo peor fue que el fuego había llegado hacia mí. Lo bueno fue que yo ya no podía sentir nada, solo mis ojos eran espectadores de lo que sucedía pero mi cuerpo y alma... estaban destrozadas.







Alas sombríasWhere stories live. Discover now