Capítulo 31

613 65 4
                                    

Mi cuarto permanecía oscuro, casi como mi corazón

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Mi cuarto permanecía oscuro, casi como mi corazón. Todo a mi alrededor giraba pues me sentía muy mal, las lágrimas abandonaban mi rostro desde el momento en que había asesinado a Lucien y sentía cómo todo se derrumbaba. No le conocía muy bien pero sentía cómo su corazón había dejado de latir, sentía su mirada fría y vacía cuando le había quitado lo que le daba vida, le quité todo en solo un segundo y pasó demasiado rápido que no pude pensar en las consecuencias que eso me traería. No recordaba el dolor de matar a alguien, la conciencia que después te mataba y te hacía sufrir por lo que alguna vez hiciste.

Mis lágrimas caían por mis mejillas, estaba sufriendo mucho por dentro que ya no podía ocultar lo mal que estaba. Caminé lento, adentrándome a la oscuridad de la habitación. Observé mi ropa, mis manos, todo. Estaban llenas de sangre, llenas de lágrimas. Seguí caminando, no quería derrumbarme más pero siempre solía ser así, recordaba todo lo que había hecho, a quién había matado, a quién había dañado. Abrí el closet que tenía en mi cuarto, las ropas oscuras y llenas de polvo fueron lo primero que recibí, después llegó la terrible imagen. Mi aspecto en el espejo.

Por un momento hasta yo mismo me asusté, no era yo. Más lágrimas salieron pues me veía fatal. Apreté los labios tratando de ocultar mis sollozos, tratando de que el dolor demasiado fuerte de mi corazón se quitara, se eliminara por completo. A veces deseaba dejar de sentir, dejar de llorar por todo lo que ocurría a mi alrededor. Pero aún seguía siendo un chico, en mi corazón aún me consideraba humano pues viví con uno muchos años. Sin dejar de pensar en lo poco que había pasado me miré en el espejo lleno de polvo, lleno de recuerdos olvidados y momentos terribles.

Mi imagen era perturbadora. Sin pensarlo más dejé salir lo que me identificaba como demonio, como un ser extraño jamás antes visto pues no solo era una criatura malvada, nosotros también teníamos corazón. Observé otra vez en el espejo y vi esas alas malgastadas, esas alas rotas y oscuras, vacías e incapaces de ser usadas. Desde que estas se quebraron todo fue muy diferente, ya no podía volar de esa manera y cada vez que veía esa imagen mía algo en mí se removía, recuerdos bellísimos venían a mí a cada momento. Pero en ese momento, solo quedaba esa sensación, esa marca de que aún las tenía pero ya no las podía utilizar. Con mi mano llena de sangre intenté alcanzarlas, tocar las pocas plumas negras y grisáceas que se encontraban en ellas. Lloré fuerte al sentir el dolor que me producía cuando traté de moverlas, cuando traté de quitar el resto de plumas que solo estorbaban y que no servirían para nada. Me agaché para evitar el dolor, con mi puño cerrado golpeé el piso, furioso y dolido.

Un movimiento a un lado mío me sorprendió y me levanté alerta. Mi hermano permaneció en mi cama, sentado y con la mirada puesta en mí. Su rostro se encontraba desfigurado y noté que estaba triste. No quería hablar, no quería preguntar nada pues sabía que en cualquier momento uno de nosotros iba a caer, se iba a derrumbar más de lo que ya estábamos.

—lo... lo lamento. —habló mi hermano.

Me acerqué hasta él y toqué su hombro con rudeza.

—no te quiero ver aquí, fuera. —dije serio, tratando de controlar el impulso de hacerle daño.

Mi hermano me miró de nuevo asustado, sus ojeras cada vez más pronunciadas, su cuerpo más débil y más flaco. Su cabello y su mirada sin vida me preocupaban tanto pero yo no quería preguntar al respecto.

—mátame... —mi hermano habló de la nada.

Mi expresión se endureció, se nubló pues no esperaba esa respuesta de él, menos eso. Caminé en dirección contraria a la de él y le miré de lejos dudando de todo.

—¿Qué dices? —susurré asustado.

Mi mirada cayó al suelo, miré mis pies descalzos y llenos de césped. En ese momento descubrí que de nuevo estaba llorando.

—por favor, necesito acabar con este dolor. No podemos acabar con él, es imposible. Es inmortal. —mi hermano corrió hasta mí y me jaló del brazo para que le prestara atención.

Yo no podía hacer nada, lloraba por todo, por todas las cosas que me afectaban y el gran peso que ponía en mis hombros. Ese momento me recordaba mucho a cuando éramos pequeños, Alec tomando mi mano y yo protegiéndole de todo lo malo que se acercara.

—acabaré con tu sufrimiento unas horas pero no será para siempre, somos inmortales ¿recuerdas? —le dije a mi hermano serio, quité las lágrimas de mi rostro furioso y pasé una mano por el cuello de mi hermano.

Con mi otra mano tomé su cabeza y suspiré aliviado del dolor. Alec asintió entendiendo lo que quería decir, unas lágrimas salieron de sus ojos pero estas eran de color carmesí, era sangre saliendo de sus ojos.

—¿podrías hacer el mismo favor por mí? —hablé con nerviosismo.

Mi corazón en ese momento latió demasiado fuerte, quería dejar de sentir dolor por unas horas y eso era lo más adecuado que podíamos hacer.

—claro que sí, todo por mi hermano. —Alec sonrió con tristeza y también posó su mano en mi cuello.

Su otra mano sostuvo mi cabeza y sus ojos se volvieron de color oscuro. Yo le devolví la sonrisa y sentí cómo mi poder salía de mi cuerpo, cómo mis ojos se volvían como un abismo.

—hay que decirlo al mismo tiempo, puede que así dure más el efecto. Moriremos juntos, Aspen.

Yo cerré mis ojos un momento, quitando todos los pensamientos y las inseguridades de mi corazón y de mi mente.

—tú... tú que eres mi alma, mi oscuridad más malvada que pueda existir. Tú que darías la vida por mí, alguien único pero a la vez malvado, alguien especial pero a la vez extraño. Tú mi alma andante, mi otro corazón. Te concedo el deseo de morir en libertad, de morir en manos de la persona que más quieres, la persona que más te quiere. Te concedo el deseo de que tu corazón se detenga y no dé más lucha de lo que puede dar. Te dejo ir, hermano, pues esto es así y siempre lo será. —hablamos Alec y yo al unísono, con la voz baja y susurrante.

Un dolor fuerte en la cabeza y en el pecho hizo que me arrodillara, hizo que mi hermano cayera primero al suelo. Se retorció pero vi que estaba feliz por ello, vi que disfrutaba por unos momentos el dolor o el sentimiento de que iba a morir, de que por una vez más dejará de latir su corazón. Yo estuve igual, llorando de tristeza y a la vez de alegría, la muerte venía por nosotros y eso nadie lo iba a impedir. Este pacto era único entre hermanos, lo podías hacer solo si los dos estaban de acuerdo con ello, solo si los dos eran capaces de apagar su corazón uno al otro.

Los dos terminamos en el suelo, mi hermano sostuvo mi mano con fuerza y yo solo le pude sonreír.

—tantum te amo frater, nox videbimus. —me adentré en su mente y dejé esas palabras que él mismo podría descifrar, que él mismo podría descubrir.

—yo también te quiero... —contestó mi hermano en respuesta y dejó salir su último aliento, sus ojos se apagaron y su corazón dejó de latir en ese momento.

Mis ojos se cerraron y me sentí tan liviano que dejé de pensar en todo, dejé que me llevaran a lo más oscuro del infierno. Dejé de pensar en todos los problemas en los que estábamos metidos. Apreté con fuerza la mano de Alec y así fue cómo mi vida se fue en ese instante, mi corazón dejó de latir.








Alas sombríasWhere stories live. Discover now