NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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La reina observaba como su recién nacida dormía plácidamente, analizaba cada uno de los pequeños movimientos de la bebé. Cómo llevaba su diminuto dedo a su boca y cómo tallaba sus ojos. Había nacido apenas hace unos días y ya era la viva imagen de su padre.
Su estómago se revolvía con sólo pensarlo. Esa niña era producto de la noche en que el inútil de su esposo la había llenado de su aliento a alcohol. Todos estaban encantados con ella. Los Baratheon se regocijaban y cada vez que brindaban lo hacían en su honor. Una verdadera tormenta, repetían. Una excusa más para que alardearan que ellos tenían el poder.
Tywin, su padre, había sido el más complacido. No habrá sido un niño, pero por lo menos el futuro de los Lannister estaba asegurado. Jaime y Tyrion, la visitaban cada vez que podían. Se quedaban horas con ella hasta lograr dormirla en sus brazos. Cersei prefería que estuviera con Tyrion a tener que cuidarla ella misma.
Todos la amaban. Entonces, ¿Por qué ella no podía hacerlo? Era su hija, ella le había dado la vida. No, no era suya. Era de él. Del hombre que hacía su vida miserable desde que se casó con él. No lo soportaba. No podía verla sin siquiera pensar es ese nombre: Lyanna. Porque así la había llamado Robert el día de su noche de bodas, la noche en la que esa niña fue concebida.
Era una pesadilla. Y debía deshacerse de ella lo más rápido posible.
Llamó a una de sus doncellas para encargarse de ella y luego salió a paso apresurado por los corredores del castillo. Llegó hasta una puerta de madera algo vieja y descuidada. Encontró al anciano apilando libros, uno tras otro, y con una calma desesperante.
— Necesito su ayuda.
El gran maestre la escuchó con atención y luego de un momento se dispuso a hojear uno de sus libros. Ahora agradecía haber insistido tanto en traerlo a Bastión de Tormentas. Si realmente era leal a la Casa Lannister, Robert sería el último en enterarse de lo que habían planeado.
— Fiebre. —dijo Pycelle.
— ¿Fiebre? —repitió Cersei— ¿Esa es su gran idea?
— Si no quiere levantar sospechas, es la mejor opción.
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Recostó a la bebé sobre la cama, había seguido las instrucciones del maestre Pycelle a la perfección, ahora sólo era cuestión de esperar a que él apareciera por la puerta. Y no tardo en suceder. Había aprendido a reconocer sus pasos para saber cuando estaba cerca. Unos peculiares pasos fuertes. Cerró la puerta de golpe y la paso de largo para dirigirse a su hija. Ignorada una vez más.
