NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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— Robb, escucha. —le pidió Jon— No entiendes que tan grave es esto, los muertos ya vienen. Si no hacemos algo al respecto, todo lo que conocemos dejará de existir.
— Lo sé, entiendo y estoy tan preocupado como tú. —le aseguró— Y te aseguro que encontraremos una solución. Pero hoy es mi boda, así que hablaremos de esto mañana.
Todo estaba listo. Después de semanas de planeación, Sansa y Arianne finalmente habían dado todos los preparativos por terminados, y todo apuntaba a que la noche sería perfecta.
— Te ves hermosa. —elogió Mellario, casi al borde de las lágrimas.
El vestido era un sueño. Sansa se había encargado de cada detalle, pues quería que Lena luciera deslumbrante. Catelyn Stark llevaba en brazos al pequeño heredero, cada día más vivaz y más parecido a su padre.
— Ya está todo listo. —anunció Shae, entrando a la habitación. Lucia totalmente diferente desde que se convirtió en la esposa de Lord Tyrion en una pequeña ceremonia— Te vez magnífica.
Lena sonrió ligeramente, y Osha abrió la puerta de la habitación.
Estaba nerviosa, casi tanto como la noche en la que huyeron y se casaron en el bosque. Sólo qué está vez sería diferente, porque todos estarían ahí, en especial porque ahora no tendría que caminar descalza por el bosque.
Sus piernas temblaban y apenas podía respirar propiamente. El hombre a su lado le ofreció su brazo, su sonrisa era amplia, porque nunca en su vida se imaginó un momento así.
— ¿Todo en orden? —preguntó. Ella asintió soltando un pequeño suspiro— Si no estás segura podemos irnos, aún aún tiempo. Tengo un caballo listo afuera y...
— Todo está bien. —interrumpió ella soltando una risa. Sabía que no hablaba en serio, que sólo quería hacerla reír para controlar los nervios— Sólo no me sueltes, ¿de acuerdo?
— Nunca.
Las puertas se abrieron para darle el paso a la novia. A cada lado del pasillo estaban los invitados, viéndola totalmente encantados. Y al final, en el altar, estaba Robb. Apenas había dado unos pasos y pudo notar que su sonrisa era más grande a cada segundo, sus ojos brillaban por lágrimas y emoción al igual que los de ella. Tal vez no era tan diferente después de todo.
Pasaría por mil bodas más, si era Robb quien estuviera siempre esperándola.
Jaime apretó ligeramente su mano antes de entregársela al joven Stark, y regresó al lado de su hermano menor.
