NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
El poder reside donde el hombre cree que reside, es un truco, una sombra en la pared. Y un hombre pequeño, puede tener una gran sombra.
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— ¿Qué estás haciendo tú aquí? —cuestionó la mujer, que interrumpió su camino al cruzarse con ella.
Nunca olvidaría ese rostro, mucho menos el último y único encuentro que tuvieron. Mucho menos lo que vino después de eso.
— He venido acompañando a la Madre de Dragones. —confesó la mujer de vestido rojo. Melisandre, si recordaba bien.
— ¿Entonces buscaste a alguien más poderoso y abandonaste a Stannis?
— Mi reina. —la llamó Podrick, pues se estaban desviando de la verdadera razón por la que había ido a buscarla.
El asunto de Melisandre podía esperar. Caminó junto a Podrick, hasta llegar a la entrada donde avanzaban soldados Baratheon, liderados por Royce y Sir Davos. Éste último llevaba algo en brazos cubriéndolo con una capa. Royce bajó del caballo y apresurado, se acercó al caballero para ayudarle a bajar. La niña que llevaba en brazos temblaba y se aferraba a la capa que la cubría. Lena se acercó con cautela a ella, pues lo que menos quería era asustarla.
— ¿Tú eres Lena? —preguntó extrañada la niña. Parte de su rostro era gris, con aspecto de escamas. Aún así, parecía ser una niña dulce.
— Así es. —confirmó sin dejar de sonreírle, quería que se sintiera en confianza— No te preocupes, aquí estás segura. Haré que te lleven a tu habitación para que puedas descansar.
Catelyn se había ofrecido personalmente a cuidar de la niña, así que se acercó y la llevó consigo dentro del castillo. Sir Davos le susurró un sincero gracias a la reina, y la siguió para que Shireen se sintiera tranquila. Ella iría más tarde.
— ¿En dónde la encontraron? —le preguntó al comandante de sus tropas.
— Estaba en los alrededores de Castle Black, no sabemos cómo llegó ahí. —explicó Royce.— No descansamos hasta encontrarla.
— Se lo agradezco mucho.
— No ha sido nada, mi reina. Es una buena niña, no merecía sufrir.