NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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La noche había caído y mientras recorría el camino a su alcoba, escuchó una pequeña discusión entre Bronn y Sandor Clegane por el vino que quedaba en la jarra. Éste último había llegado junto a los cuervos de la Guardia Nocturna, pero no siempre permanecía distante a todos.
En su camino pudo ver a muchos despedirse: familias, amigos, compañeros. No quería pensar en eso, le gustaba creer que vivirían para ver la luz de un nuevo de día, que cada uno de los que conocía sobreviviría a esto. Pero su lado racional le decía que eso no era cierto, tal vez pocos sobrevivieran o quizás nadie. La única cosa segura era la muerte.
La puerta rechinó al abrirla, y dentro de la habitación, se encontraba Robb sentado a la orilla de la cama con Joseph a su lado. Apenas la miró, así que su primer pensamiento era que su molestia permanecía. Idea que deshecho cuando extendió su mano en su dirección. Lena no tardó en tomarla y enseguida se sentó a su lado.
— Antes de que partiera a King's Landing, mi padre me dijo que cuando nos casáramos mi tarea más importante sería proteger a mi familia. —contó. Tal parece que todo su enojo había desaparecido de un momento a otro— Puedo fallarle a todos, menos a ustedes.
Lena acarició su mejilla con dulzura, tal como lo hacía siempre que se sentía decaído.
— Ve a la cripta con los demás. No estaré tranquilo sabiendo que estás afuera...
— No puedo hacer eso. —cortó de tajo— Yo debo estar afuera, luchando con todos, contigo.
— Entonces no puedo detenerte. —se resignó— Pero debes prometerme que si las cosas se ponen difíciles, no te arriesgarás. Huye. Con todos los que puedas. No mires atrás.
— Deja de decir eso. —lo detuvo comenzando a asustarse— Eso no pasará. Ambos sobreviviremos. Tenemos un hijo por el cual luchar y también vivir. Todo estará bien.
Robb la miró unos largos segundos. Lena siempre le daba fuerzas cuando a él parecían faltarle. Hasta el momento no sabía de dónde sacaba tanto valor, pero se lo agradecía. Tomó en brazos a su esposa e hijo, y juntos, se recostaron sobre la cama. A esperar. Era sólo cuestión de tiempo, en cualquier momento se desataría una guerra a las afueras de estas paredes y no sabían si regresarían.
— Tengo miedo. —murmuró ella, cuando sintió a su bebé dormirse en medio de ambos.
— Lo sé. Yo también. —admitió con un nudo en la garganta. Perder a su familia era lo menos que podría soportar— Pero tú misma lo dijiste; todo va a estar bien, mi cielo. Ahora descansa, aún tenemos tiempo.
— ¿Cómo puedo descansar cuando sé que el hombre que amo estará en el campo de batalla?
— Regresaré a ti. —le aseguró. Tomando su mano con fuerza, mirándola profundamente— Siempre lo haré.