NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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Mi amado esposo. Quiero decirte que lo lamento, por muchas cosas. Perdóname por haber estado tan enojada cuando te fuiste. Sigo pensando que he cometido algunos errores y todavía estoy esperando que los dioses me perdonen. Perdóname porque no cuide mejor de ti, así no hubieras pasado ni un sólo momento triste o herido. Perdóname por todas las veces que discutimos, perdóname por no disculparme más. Pero sobre todo mi amor, perdóname porque no te sostuve entre mis brazos con tanta fuerza que ni siquiera los dioses pudieran apartarte de mi. Nací para amarte con cada latido de mi corazón, nací para amarte cada día de mi vida. Y ahora te has ido. Te fuiste a donde no puedo seguirte hasta que mis días aquí terminen. Pero te prometo mi amor, que nos volveremos a encontrar.
El funeral fue lo peor de todo. La imagen de una joven tomando de la mano a su hijo de casi dos años frente al cuerpo inerte de su esposo era desgarradora. Jon Snow recitaba unas conmovedoras palabras acerca de la gran persona, soldado y rey que había sido su hermano. Desde hace un rato que ella ya no escuchaba nada; veía a su alrededor, todos los presentes lloraban amargamente. A algunos los miró con recelo, aquellos que creían que no era lo más adecuado que Robb retomara su título como Rey en el Norte ahora lo ovacionaban como un gran monarca. Catelyn y Sansa lloraban en silencio, Arya y Bran permanecían callados pero con semblantes tristes. Quería salir de ahí cuanto antes. Quería que todo terminara de una buena vez, tenía tanta ira en su interior. Y no fue hasta que Jaime tomó su mano que se dio cuenta que el funeral había llegado a su fin y que en sólo unos segundos se lo llevarían.
Se inclinó hasta quedar frente a su rostro, pálido y frió. Luego se permitió llorar desconsoladamente mientras acariciaba su cabello rizado y su mano temblorosa pasaba de sus mejillas hasta su pecho, donde se encontraba una insignia de la Casa Stark. Shae y Gilly trataron de apartarla con cuidado, pero Jaime lo evitó. Esta era la última vez que lo vería.
Cuando todo terminó y se llevaron su cuerpo, Lena no dejó que nadie le hablara o intentara acercársele. Entró al Gran Salón y entonces se permitió desahogarse. Gritó de forma desgarradora, todo lo que estuviera cerca suyo lo lanzaba al suelo con ira, lloraba desconsolada. Tyrion fue quien entró apresurada a calmarla antes de que se hiciera daño.
— Lena, basta. —le decía y pronunciaba su nombre repetidas veces hasta que lograra escucharlo— ¡Lena!
Finalmente la joven cayó al suelo de rodillas, con las palmas de sus manos sobre el suelo de madera.
— Todo va a estar bien. —murmuró Tyrion hincándose a su lado.
— No, ya nada estará bien. —negó ella. Hablando con un hilo de voz pues los gritos lastimaron su garganta— Esto es demasiado y yo no puedo... no puedo seguir así.
