NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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Jon salió tan apresurado que ni siquiera se detuvo cuando encontró a Lena en el corredor. Entonces tuvo que decidir rápidamente si daba a notar su presencia o simplemente se marchaba y hacía como si nada hubiera pasado. Por supuesto que escogió la primera opción.
Cuando ingreso a la habitación, Robb estaba apoyando las palmas de sus manos sobre la mesa de madera, haciendo que sus músculos de la espalda se tensaran.
— ¿Cuánto escuchaste? —le preguntó al notar su presencia, a pesar de que había caminado sin hacer ruido.
— Lo suficiente. —resumió ella. Robb suspiro. No se molestaría en explicar la situación, con ella eso no hacía falta.
— No lo entiendo, es como si apenas y pudiera reconocer a mi propio hermano. Ha cambiado. —sentenció, dolido.
— Todos lo hemos hecho. —dijo, pasando sus brazos alrededor del torso del rey— Eso es parte de la vida.
Pero Robb negó con la cabeza. Se negaba a aceptar que su hermano, su compañero, le diera la espalda de esa manera.
— Él nunca me hubiera reprochado el juramento que rompí.
Lena suspiro esta vez, también se sentía dolida por ese comentario. Pudo esperárselo de cualquiera, menos de él.
— Está enamorado, mi cielo. Y cuando uno se enamora, no escucha razones.
El joven lobo sonrió cuando cierto recuerdo pasó por su cabeza, rápido como un rayo. Tomó las manos de la joven y las apartó con delicadeza para girarse a ella.
— Recuerdo cuando le dije a mi padre que quería casarme contigo. —recordó cada detalle como si hubiera sido ayer— Mi madre enloqueció.
Ella rió. Aquellos días habían sido realmente difíciles.
— Lo recuerdo. Estuvo apunto de encerrarte en tu habitación y de enviarme a casa.
Cómo extrañaba esos viejos días. Cuando no tenían preocupaciones a excepción de llegar a tiempo a la cena o Lady Catelyn estallaría en cólera. Aún recordaba el día del banquete en honor a la visita de los reyes, luego de que Robb la encontrara charlando con Jon, el joven lobo la llevó a un lugar lo bastante escondido para poder observar las estrellas con una botella de vino en mano.
— ¿Cómo puede estar seguro que ella es la indicada? —supo que se refería a Daenerys, a lo que su esposa se encogió de hombros.
— A veces no lo sabes, simplemente das todo de ti esperando lo mejor.
Robb entonces frunció el entrecejo y sonrió de forma coqueta.
— Yo lo sabía. —aseguró, no había ni una pizca de mentira en él— Desde que te vi llegar supe que eras la mujer de mi vida, y que nunca podría estar con otra que no fueras tú. Eso no ha cambiado.