2 | NUESTRA ES LA FURIA ♕ GOT

♔- LA LARGA NOCHE

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24 | LA LARGA NOCHE

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Algunos dicen que el mundo terminará en fuego, algunos dicen en hielo. ¿Acaso todos debemos morir?
Pero, ¿qué le decimos al dios de la muerte?

No hoy.

Los tres dragones sobrevolaron el cielo oscuro, al mismo tiempo, Melisandre se dirigió a donde se encontraban los Dothraki, comandados por Jorah Mormont y Barristan Selmy. Intercambió unas palabras con ellos. Los que miraban desde lejos no pudieron escuchar lo que la mujer roja decía, sólo vieron a los guerreros alzar sus espadas y éstas se envolvieron en llamas. Nadie sabía qué tal útil sería el fuego en estos casos, pero esperaban que fuera lo mejor.

— Allister... —le dijo el Rey en el Norte— Si muero... ¿Cuidarías a mi esposa y a mi hijo por mi?

El caballero notó como su voz se rompía al pronunciar esas palabras.

— No morirás. —le respondió.

— Quiero pensar que no, pero necesito estar seguro de que alguien cuidará de lo que más amo.

Ninguno dijo nada después. Lo único que pasaba por sus mentes eran súplicas a los dioses para poder vivir un día más.

— Lo haré.

Entonces los Dothraki avanzaron. Y en la oscura y silenciosa noche sólo se escucharon las posadas de los caballos a toda prisa y los gritos de guerra. Sus espadas en llamas alumbraron todo el camino hasta su encuentro con el enemigo.

— Estamos jodidos. Y vamos a morir.

Lena miró a su lado y miró a su tío con el ceño fruncido. Tyrion la miró de vuelta y alzó los hombros.

— ¿Qué haces aquí? —le preguntó— Creí que estarías con Ser Davos.

— ¿Qué parece que hago? Ser Davos puede cuidarse solo, yo vine a cuidar a mi sobrina.

— Al parecer somos dos. —dijo la mujer uniéndose a la conversación. Osha se puso a su lado con un arco en mano también— Tal vez nuestro trabajo sea mantenerte en una pieza.

Bolas de fuego lanzadas por los Inmaculados se unieron al camino de los guerreros Dothraki.
El fuego chocó con la nieve. A lo lejos se podía observar a las misteriosas figuras atacar, como si hubieran chocado contra una muralla. Las llamas se apagaron y pronto no quedó más que oscuridad. Todo volvió a estar en silencio. No había pisadas de caballos, ni gritos de guerra. Esperaron, y se miraron unos a otros, impacientes.
Algunos guerreros y caballos regresaron. Pero no todos.

Por largos minutos no pasó nada, ni un ruido o movimiento.
Hasta que la oscuridad avanzó trayendo a los muertos consigo.
Los Inmaculados cubrieron como la primera línea de defensa.

Les siguieron Tormund y el resto de los hombres libres.

— ¡No retrocedan! —gritó Brienne de Tarth alistando a sus hombres, entre ellos Jaime Lannister, quien peleaba a su lado.

Robb Stark y Ser Royce, comandando tanto a Starks como Baratheons se unieron como la siguiente línea de defensa.

— ¡Preparen! —gritó la Reina en el Norte como orden, y enseguida sus hombres prendieron fuego en la punta de sus flechas— ¡Ahora!

Las flechas volaron y esta vez el cielo negro se llenó de esas luces que semejaban a estrellas fugaces. Y eso no fue todo, llamas aún más grandes y poderosas envolvieron los cuerpos de los muertos cuando Daenerys sobrevoló con sus dragones acompañada por Jon.

— Baja a la cripta. —ordenó Arya a su hermana mayor, sin siquiera pedirle opinión.

— No pienso abandonar a mi pueblo. —se negó Sansa.

— Toma esto y vete. —le dijo entregándole su arma.

— Yo no sé usar esto.

— Clávales la parte afilada. —explicó rápidamente— Protegerás a los que están ahí.

Sansa entonces se fue, siguiendo las indicaciones de su hermana menor, por muy raro que eso fuese.

— ¡Apunten! —volvió a ordenar Lena, por cuarta ocasión— ¡Ahora!

— ¡Repliéguense! ¡Repliéguense! —gritaba Tormund, ya en un momento desesperado.

Los hombres corrieron directamente a la puerta gritando que la abrieran. Pelear afuera casi había acabado con todos, sólo quedaba refugiarse detrás de las murallas y tratar de defenderse así. Los Inmaculados seguían formando una barrera permitiendo que más guerreros atravesaran la puerta. Las flechas seguían volando, una y otra vez, hasta que todos lograran atravesar, esa era su única defensa.

— ¡Prendan las trincheras! —exclamó Ser Davos desde lo más alto.

Pero cualquier intento era en vano.
Hasta que nuevamente, Melisandre se abrió caminó entre los soldados Baratheon y colocó sus manos sobre la estructura que habían creado.
Pronunció unas palabras, una y otra vez hasta que diera resultado. Entonces el fuego volvió a avivarse sobre las trincheras creando una barrera que cubría los alrededores de las murallas.

— ¡Cierren la puerta! —comandaba Lyanna Mormont, tan joven pero tan valiente.

Lena comenzó a buscar a su esposo entre la multitud fallando en el intento. Todos corrían y gritaban, eso le dificultaba mucho cumplir su propósito. Sintió miedo. No quería imaginar el cuerpo de Robb tendido sobre la fría nieve.

— Lena... —le dijo Tyrion en tono de advertencia, pues sabía muy bien lo que pensaba.

Su pecho subía y bajaba con rapidez, se sentía inquieta y esa sensación no desaparecería tan fácilmente. Miró a su alrededor una vez más, luego miró su arco y su lanza que había colocado a un lado.

— No estoy haciendo nada aquí. —se dijo a sí misma, pero todos lograron escucharla. Enseguida le entregó su arco al pequeño Lannister— Ahora estás a cargo.

Tyrion tomó el arco con confusión y para cuando reaccionó Lena ya iba camino a batalla con su lanza en mano ignorando los llamados de Osha.

— ¡Lena! ¡¿Qué crees que estás haciendo?

— Iré a buscar a mi esposo. —declaró, pero luego sintió una mano tomando su brazo con fuerza.

— ¿Estás loca? Podrías morir...

— Tal vez, pero más te vale que tú no. Quédate con Tyrion, por favor. Y mantente a salvo, volveré.

Se soltó de su agarre y armándose de valentía, se enfrentó a los muertos junto a todos los demás.

— ¡Todos a las murallas! —escuchó gritar a Ser Royce.

— ¡Antorchas arriba! —le siguió Jaime.

Supo entonces que ya era tarde y que lo que más temían estaba pasando. Los muertos habían logrado entrar.