NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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| E p í l o g o |
Era temprano cuando el sonido de los carruajes y los caballos despertaron a casi todos los habitantes de Winterfell. Los guardias iban de un lado a otro ayudando a acomodar todo el equipaje, el cual era bastante. En todo el castillo se podía escuchar a una mujer gritando por no encontrar a cierto muchacho en ninguna parte. No tenían mucho tiempo y justo ahora se le ocurría desaparecer. Aunque ya estaba más que acostumbrada a sus ocurrencias. Siempre se molestaba pero al final sonreía al recordarse que era idéntico a su madre. Joseph podría ser casi idéntico a su padre, pero había heredado el espíritu libre y travieso de su madre; le gustaba escaparse de vez en cuando e ignorar todas las reglas de su tía. Hace mucho que Sansa tuvo que prescindir de la ayuda de Bran para encontrarlo, pues normalmente él y Arya solían ser sus cómplices.
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Pero hoy no era un día cualquiera, y por eso mismo no se encontraba en el bosque, sino en las criptas. Llevaba ahí desde hace un par de horas y al parecer no estaba decidido a regresar pronto. Miraba con melancolía las estatuas de sus padres, como lo hacía siempre que estaba ahí. Los visitaba cada vez que algo importante ocurría o cuando simplemente quería contarles acerca de su día. De niño creía que con sólo hablarles estas le responderían, luego creció, pero nunca dejó de esperar lo mismo. Catelyn Stark solía llevar un ramo de flores cada cierto tiempo. Las que estaban entre ambas estatuas estaban frescas, así que supuso que las había puesto esta mañana.
— Un día de estos, vas a matar a la tía Sansa de un coraje. —dijo la joven. Ella era la única que siempre lo encontraba sin ningún esfuerzo.
— Pronto ya podrá estar tranquila.
Joseph rió cuando su hermana negó con la cabeza y la invitó a sentarse a su lado.
