NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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Cuando los Martell arribaron a Winterfell, los Reyes en el Norte ya los esperaban entusiasmados a la entrada del castillo.
Del elegante carruaje dorado con adornos de soles y lanzas, descendió Oberyn junto a Ellaria, y enseguida Quentyn y Arianne. La heredera de Dorne soltó un grito chillón en cuanto vió a la joven que seguía considerando su hermana. Lena apenas pudo corresponder su abrazo por el pequeño bebé que sostenía en brazos.
— ¿Puedo verlo? —le preguntó totalmente emocionada. Lena asintió y descubrió su rostro, Arianne inmediatamente lo tomó en brazos— Es precioso.
— Tu padre ha enviado un sin fin de regalos para él. —informó Oberyn, acercándose a su sobrina mayor para poder conocerlo también— Si, como lo esperaba, será un gran guerrero.
— Acabamos de llegar, mi cielo. —dijo Ellaria, envolviendo a Lena en un cálido abrazo— Creí que esperarías hasta la cena para sacar ese tema.
— Peleará mejor que un Stark, eso espero. —dijo Quentyn, colocando una mano en el hombro del joven lobo, provocándole una risa.
— No creo que quieras que te recuerde como pelea un Stark. —siguió Robb— La última vez perdiste.
— Hay cosas que es mejor dejar en el pasado.
Los presentes soltaron una carcajada. Mientras todos seguían encantados con Joseph, Oberyn se acercó sigilosamente a Lena.
— Tú padre envió un sin fin de cosas, pero yo te he traído un regalo. Tomó un tiempo, es por eso que no pudimos llegar antes.
— Debe ser un gran relato entonces. ¿Qué es?
Oberyn no respondió, pero le sonrió como esas veces en las que tiene algo planeado. La experiencia misma le había enseñado a desconfiar y al mismo tiempo a sentirse emocionada cada vez que hacía esa expresión. Nunca estaba muy segura de que esperar de él. Lo vio caminar de nuevo al carruaje e ingresar en él. A estas alturas ya todos estaban pendientes de lo que él Príncipe de Dorne hacía. Después de unos segundos, volvió a bajar, pero esta vez extendió su brazo y una delgada mano se apoyó de él.
Lena sintió como le faltaba el aire, tanto que tuvo que Robb tuvo que sostenerla porque en cualquier momento podría desmayarse. Habían pasado años desde la última vez que la vió, y ahora estaba frente a ella tomando a Oberyn del brazo.
— ¿Madre? —murmuró, pero parecía que se lo había preguntado a sí misma, como queriendo asegurarse de que no era mentira.
Mellario tenía los ojos brillosos debido a las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento.
— Ven, mi niña. —le dijo, extendiendo sus brazos hasta ella.
