NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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Lena soltó un suspiro al momento de dejar el pergamino sobre la mesa. Antes de morir, Ned Stark se había asegurado de que la joven recibiera esas cartas, en las cuales relata a lujo de detalle las grandes hazañas del Rey Robert Baratheon, tal como él se lo había pedido. Anexada a estas, estaba una carta del mismísimo Robert.
Desde que las recibió, ciertos días donde las preguntas comenzaban a acecharla, volvía a leerlas. Pensaba qué tan diferente hubiera sido su vida si Robert hubiera peleado por ella, pero las que nada, si Cersei la hubiera amado. Tal vez habría crecido escuchando sus grandes hazañas de guerra sentada sobre su regazo; tal vez Cersei cepillaría su cabello todas las noches y mataría a cualquiera que se atreviera a tocarla; tal vez Tywin habría querido educarla por mano propia. Pero de algo estaba segura; no cambiaría por nada la vida que tenía.
— Ya perdí la cuenta de las veces que has leído esa carta —dijo Robb, desde el umbral de la puerta.
— Aún intento comprender ciertas cosas. —explicó, guardando de vuelta el pedazo de papel— Tal vez algún día lo haga.
Lena se giró y se sorprendió al ver que Robb estaba más cerca de ella de lo que pensaba. Ahora sólo los separaban unos cuantos centímetros que el joven lobo no tenía problema en romper. Pero antes, llevó sus manos a la barriga de su esposa y la acarició con dulzura.
— Falta poco. —dijo emocionado.
— Lo sé. Cat me ha dado muchas platicas acerca del tema, dice que para que me sienta lista.
— ¿Cat? —inquirió alzando una ceja y con una sonrisa— ¿Ya te llevas bien con mi madre?
— Qué atrasado estás en noticias, Stark. —se burló— Digamos que tu madre finalmente me dió su aprobación.
— Eso me alegra. Aunque creo que el Príncipe Doran aún tiene asuntos que tratar conmigo.
— ¿Aún sigue en pie tu promesa? —preguntó, mirándolo directamente a los ojos. Nada le daba más ilusión que mostrarle los lugares donde había crecido— Sobre ir a Dorne.
— Por supuesto. —respondió tomando sus manos— Estoy seguro de que a nuestro bebé le gustara conocer Lanza del Sol.
Lena no podía sentirse más feliz. Se lanzó sobre su esposo, pasando sus brazos por su cuello y él en respuesta la tomó de la cintura para atraerla más a él. Al menos lo que podía, pues el nuevo integrante ocupaba mucho espacio.
