NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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El sol apenas salía, la mayoría del campamento aún seguía durmiendo a excepción de una persona. Aún sentía el frío de la mañana y un ligero viento movía su cabello, viéndose rodeada por el aroma de la fogata recién apagada. Este podría ser el último momento de paz que tendría al menos en un largo tiempo, apenas los demás despertaran, se pondrían en marcha directo al campamento del león.
Grey Wind se acercó hasta ella, moviendo su mano con la punta de su nariz. Lena se hincó a su lado y acarició su cabeza.
— ¿Qué haces aquí, eh? —el animal hizo un sonido y se recostó sobre el suelo, poniendo su cabeza sobre el regazo de ella— También lo extraño, amigo. Todo esto terminará pronto y volverás a casa. Te lo prometo.
Permaneció así por un largo rato sentada sobre la tierra. Un rato en el que sólo eran ella y el lobo huargo. Los recuerdos de Winterfell vagaban por su cabeza mientras continuaba acariciando el pelaje de Grey Wind. Había sido tan leal a ella, tanto como lo fue con Robb.
Al cabo de unas horas, el movimiento regreso al campamento; se escuchaban las pisadas de los caballos y el acero de las armas chocar unas con otras, los dragones volando en el cielo y las voces de los soldados.
— Algunos abanderados han abandonado a Tywin. —comentó Oberyn— Su número se ha reducido considerablemente.
— Atacar ahora que está débil, sería una victoria rápida. —dijo la Baratheon— Pero no justa.
— ¿Desde cuando nos importa eso? —alegó Daenerys— Si fuéramos nosotros, no dudaría en hacernos pedazos.
— ¿Qué propones? ¿Asesinar a todos mientras duermen? —inquirió— Nadie que haya atacado por el camino fácil, sin darles la oportunidad de defenderse ha conseguido honor o respeto.
— Tywin lo ha hecho...
— Yo no soy Tywin. —puntualizó, frunciendo el ceño y usando voz dura— No eres una guerrera experta, tampoco yo, por eso mismo, no se decidirá nada hasta que no haya escuchado a cada uno de los oficiales. Si, el reclamo al trono es tuyo, pero yo soy quien da las órdenes a los ejércitos. Puedes esperar, o marchar tu sola hacia la capital. Tú decides.
Nadie se atrevió a contradecirla, ni siquiera la misma madre de dragones. Mantener la paz entre ellas era lo más importante, de lo contrario, la causa por la que peleaban se haría añicos y el enemigo ganaría.
— Muy bien, los escucho.
Atacaron al amanecer, justamente dos días después. El ejército Lannister peleó ferozmente con todas sus fuerzas, y con valor. Eso era lo que la reina Baratheon buscaba; una batalla digna y no sólo una masacre sin sentido. A pesar de eso, fueron superados en número, y con los dragones que acompañaban al bando contrario no tenían muchas esperanzas de reponerse. Al otro día, cabalgaron hacía lo poco que quedaba del campamento del león. Los estandartes de los brillantes colores rojo y dorado caían al suelo aceptando la derrota, pues ya no pusieron mucha resistencia.
