4. Caballeros de mala fama (e)

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¡Alerta este capítulo podría acelerar tú  corazón y volverte loca por otro personaje de ficción! Y ya sabemos que llevas varios crushes literarios...

Lean bajo su responsabilidad.

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CAPÍTULO 4

Caballeros de mala fama

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«Un caballero no es más 

que un lobo paciente».

Lana Turner

Débora

Una semana después del incidente, me atreví de nuevo a salir a correr, pero claro está, bien lejos del bosque. Tras mi sesión de ejercicio me encaminé a mi casa para ducharme e ir al bar a trabajar. Como un reloj suizo, entré a las siete en punto por la puerta del local y, tras saludar a Natanael, comencé a limpiar mesas, coger pedidos y servir la cena a los comensales.

Muchos de ellos eran clientes habituales que me saludaban alegres al verme. Otros estaban demasiado alegres gracias a la bebida como para saber siquiera quiénes eran y, el resto, o eran turistas de paso o babosos que creían que por ser camarera, les tenía que seguir el juego. Grave error.

De niña, no fui una persona arisca ni problemática, pero debido a los continuos malos tratos de mi padre me había vuelto muy desconfiada y asustadiza. Tanto, que a la mínima que veía alguna amenaza o problema, lo cortaba de raíz y me iba corriendo en busca de Natanael. Él echaba a la calle a todo aquel que no se comportase de manera civilizada, por lo que para mí el bar era el lugar más seguro y acogedor del mundo.

Aquella noche, un grupo de treintañeros entró en el bar celebrando una despedida de soltero. Nada más entrar al local noté que habían bebido bastante, pero como no dieron más problemas que un poco de gritos de júbilo y diversión me dediqué a acabar de recoger las mesas. Al llegar a la barra, pidieron una ronda de cuatro chupitos de tequila y tras esa, otra. Yo les serví en silencio y sin llamar su atención, intentando por todos los medios evitar cualquier posible enfrentamiento.

Tras la cuarta ronda, y completamente desvergonzados, empezaron a lanzarme piropos entre hipidos. De espaldas a ellos, y haciendo oídos sordos, seguí limpiando un par de copas y platos.

—Hey, pelirroja sexy, que te estamos hablando.

—Si no es para pedir una consumición, caballeros, debo informaros de que tras pagar la cuenta os podéis ir por donde habéis venido. — les contesté con una sonrisa forzada y reprimiendo las ganas de hacer una mueca asqueada. No soportaba a los maleducados y mucho menos cuando se referían a mí con tono despectivo como «pelirroja sexy».

La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now