Especial: Débora Infancia

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ESPECIAL: LA INFANCIA DE DÉBORA.

ESPECIAL: LA INFANCIA DE DÉBORA

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4 años

-¡Papá, papá! ¡Mira!- con una sonrisa de oreja a oreja llegó corriendo al despacho de su padre la pequeña Débora. En su mano estaba la muñeca que le habían traído por navidad. Esa pelirroja bailarina que le parecía una reina. Desde que la vio, jamás se separaba de ella.- ¡Mira lo que he aprendido en la clase de ballet hoy! -grito emocionada y pegando pequeños saltitos.

-Sorpréndeme.-respondió Arthur apartando la mirada de su ordenador para dedicar toda su atención a su hija. La pecosa pelirroja sin borrar su sonrisa se preparó para enseñarle a su padre lo que había aprendido hoy. Ese era su pequeño ritual. Cada día que Débora salía de clase y llegaba a casa, iba corriendo al despacho de su padre a enseñarle un nuevo paso. Poniendo una graciosa cara de concentración, la pequeña Débora levantó con lentitud sus brazos sobre la cabeza. Seguidamente elevó una de sus piernecitas hasta llegar a la altura de su cadera, donde temblando la mantuvo tres tiernos segundos. Su padre contuvo una sonrisita.- Madre mía- exclamó cogiéndola en brazos- Como sigas así, vas a convertirte en la mejor bailarina del mundo.-dijo mientras besaba su pequeña nariz.

-¿De verdad lo crees?- los ojos de Débora se agrandaron emocionados. Si su padre decía algo no podía ser mentira. Él lo sabía todo.- ¿Lo prometes? -pregunto enseñando a Arthur su meñique.

-Lo prometo- dijo él juntando su dedo con el de su niña- Pero recuerda lo que te digo siempre. Todo depende de ti y de tu esfuerzo. Y ahora, vamos a ayudar a mamá a bajar la compra ¿si?

5 años

-Débora, bájate de ahí ahora mismo. Vas a hacerte daño.- regaño Catherine a su hija, pero la pequeña continuó jugando y escalando con su fiel amiga Ballerina. Su madre exasperada puso los ojos en blanco y le llevó las manos a la cabeza. Echando hacia atrás su pelo oscuro y rizado, se dirigió al parque infantil para volver a avisar a su pequeña- Débora no te lo voy a volver a repetir más veces. Baja. -poco a poco y de mala gana, la pequeña bajó hasta donde estaba su madre esperándole.

- Eres muy aburrida.- le confesó mientras cogía la mano que su madre le tendía.

-Y tú una quejica- le respondió entre risas al ver como su hija ponía los ojos en blanco como ella. Justo cuando iba a responder, sonó el teléfono de su madre y tuvo que callar. Soltando sus manos, Catherine rebusco en el bolso hasta que encontró el móvil. Una sonrisa se escapó de su rostro al ver el nombre de su esposo en la pantalla de este. Llevaban casados hace ya diez años, y no podían dejar de sonreír tontamente como unos adolescentes enamorados cada vez que se veían.- Hola amor- sorprendida borró la sonrisa de su cara. Al otro lado de la línea no se encontraba su marido, sino una enfermera que con delicadeza le contó todo lo sucedido. Temblando cogió a su hija en brazos y con prisas se fue hasta donde habían dejado aparcado el coche. Minutos más tardes y cogidas de la mano, entraron por las puertas del hospital. La pequeña Débora no pudo evitar arrugar la nariz con desagrado. Todo el lugar apestaba a desinfectante. Moviendo sus pequeñas piernas lo más rápido que pudo, intentó seguir el ritmo de su alterada madre. Débora no comprendía qué había pasado, solo sabía que su madre estaba preocupada. Se había pasado todo el camino mordiéndose las uñas nerviosa y no había querido jugar con ella a contar perros por la ventana. Y eso no solía pasar.

La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now