Capítulo 17

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Este capítulo parece que no tiene sentido pero es muy importante para la trama.

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Débora

Al tirar de la puerta del local, sonó una campanita que anunció con alegría mi llegada. Más allá de ese festivo din don dan, podía asegurar que nada más de aquel lugar era animado.

-Buenos días- me atreví a decir en un intento por romper el silencio que reinaba la estancia.

Tras el mostrador, y oculto casi por completo por una montaña de revistas, visualicé al que parecía ser único empleado de la tienda. A medida que me acercaba a él, pude analizarlo mejor. Se trataba de un hombre adulto, de unos treinta y siete años. En su cara lo que más destacaba eran sus profundas ojeras, debidas al insomnio, y su descuidada barba. Tenía un aura seria y se le veía aburrido, sin emoción. Sin levantarse de su silla roja de plastico despegó, por primera vez desde que había entrado, su mirada de la revista que estaba ojeando. Antes de que la escondiera entre las otras revistas pude entrever su título. New Cars. Apasionante... ¿verdad? Ajustándose, en el que en mi opinión era un: horroroso uniforme color verde aceituna, con voz grave y profunda me pregunto que necesitaba.

-Hola. Verá. El otro día se me calló el móvil en el fregadero y para mirar de arreglarlo lo puse en arroz. Ya sabes, para que este absorba la humedad y todo eso El problema es que no ha funcionado. -a medida que iba hablando y gesticulando, le miraba. Su expresión facial no había cambiado ni un milímetro desde que había iniciado mi relato. Ni siquiera se dignó a darme un mísero pestañeo. Parecía que: o ya había escuchado esta historia más veces de las que uno pudiese soportar o que ese hombre no tenía la capacidad de mostrar emociones. Se le veía aburrido. Daba la sensación de que odiaba su trabajo. Y eso me dio mucha lastima.- Bueno. Resumiendo. Tengo varios archivos que me gustaría recuperar y esperaba que usted supiese cómo podría hacerlo.

-Mmm- farfulló a modo de respuesta mientras se colocaba el gorro del mismo color espantoso de su mono. Sin añadir nada más dejo de hacer contacto visual conmigo y comenzó a teclear algo en el ordenador que tenía a su izquierda. A la espera de una respuesta hice sonar mis uñas en el mostrador al ritmo de la triste balada pop que sonaba, a un volumen casi inaudible, por los altavoces del local.- Lo único que podemos hacer es enviarlo a la central.

- Vale. ¿Sabe cuánto tiempo sería o...?

-Serían aproximadamente dos semanas.- me respondió antes de que terminase la frase. Parecía que deseaba deshacerse de mí lo antes posible para poder volver a leer sus revistas, en la tranquilidad de su reino. - Has de rellenar estos formularios. Escriba su nombre y número de teléfono para que podamos llamarle cuando el móvil ya este en la tienda de nuevo.

Asistiendo con la cabeza acepte los papeles y el bolígrafo que me entregaba. Tras rellenar todos los papeles y entregarle mi móvil, me largué del local casi sin despedirme siquiera. Antes de salir me giré y miré hacia el reloj, que colgaba sobre la cabeza del empleado, para saber cuánto tiempo me quedaba antes de que comenzase mi siguiente clase. Calculé que me quedaban unos quince minutos y como tan solo estaba a dos manzanas de la escuela, caminé tranquilamente.

Las calles de Limerick, abarrotadas y alegres, me devolvieron la vitalidad que esa tienda me había quitado sin tan siquiera darme cuenta. Los niños corrían por la acera, dirección al parqué, listos para aprovechar el soleado jueves. Sin duda era un día espléndido. Ya más contenta, tras la caminata, entré y deambule por los pasillos de la Academia en busca de Abigail. En otras circunstancias le habría enviado un mensaje pidiéndole donde estaba pero eso no iba a poder ser en esta ocasión. Guiada por el instinto, y también por la costumbre, me dirigí al banco donde Abigail y yo acostumbramos a pasar los descansos. Tres minutos más tarde llegué al famoso lugar y, anunciando mi llegada con un abrazo, me senté junto a mi descabellada amiga.

-¿Dónde te habías metido fresita?- me pregunto tras devolverme el abrazo y volver a centrar su mirada en la pantalla del portátil que tenía en sus piernas.

-El otro día se me rompió el teléfono y hoy he ido a la tienda de móviles a que le echasen un vistazo.

-Déjame adivinar ¿se te callo en el agua?

-Si... ¿Cómo...?- comencé a preguntarle.

-No es que sea tan difícil de adivinar fresita. Te recuerdo que eres un desastre con patas. Me sorprende muchísimo que sigas entera. Sinceramente.

- Si. Bueno Si te pones en ese plan

- Déjame que intente adivinarlo de nuevo, ¿lo pusiste en arroz?

-Si -le confirme por lo bajini y poniendo los ojos en blanco. ¿Acaso era tan obvio?.

- Haberlo traído cariño. Te hubiese salido gratis.

-Ya... -masculle antes de cambiar de tema. Sino fuese porque temía que al recuperar los archivos de mi móvil, ella pudiese ver el video se lo hubiese dado. No quería que lo viese sin querer. No tenía pensado contárselo hasta que yo tuviese muy claro lo que había pasado. Se lo explicaría todo cuando no tuviese más preguntas que respuestas.

Minutos más tarde el timbre nos obligó a interrumpir nuestra banal conversación y a despedirnos. A ella le tocaba música y a mi danza clásica. Sin prisa me dirigí a los vestuarios y me vestí para mí última clase del día. Cincuenta minutos más tarde, regresé a las duchas para asearme e irme a casa. Quince minutos más tarde, ya vestida con la ropa de calle, salí por las puertas de la Academia dirección a mi casa.

Justo cuando iba a entrar por la puerta de mi casa, decidí pasarme primero por la de Tabita. Tras tocar su timbre me quedé quieta esperando. Nada más pulsar el timbre, llegó a mis oídos el inconfundible grito de YA VA de mi vecina. Un minuto más tarde la vi aparecer por la puerta verde.

-Hola Débora. Pasa, pasa. -me dijo acelerada mientras me abría la puerta.

-No gracias. Hoy no tengo tiempo. Solo he venido a deciros que he llevado a arreglar el móvil. Tardarán dos semanas en devolvérmelo. Cualquier cosa llamar al fijo.

-Oh, vale, vale. Gracias por avisar cariño. ¿Segura que no quieres pasar? He hecho comida de sobra ¡como siempre! Hay arroz y berenjenas rellenas.

-Hoy no puedo. Me sabe mal. Te aviso cuando pueda ¿si?

-Claro guapa. Ya sabes que esta es tu segunda casa. Pero espera dos segundos.- me dijo mientras entraba de nuevo a su casa con prisas- un minuto y medio más tarde la vi aparecer de nuevo con una bolsa llena de tapers- ¡Ala, aquí tienes!

-No se puede discutir contigo y ganar ¿eh? -le dije entre risas.

-Has tardado veinticinco años menos en darte cuenta de ello que mi marido.- me contestó entre risas a la par que me guiñaba un ojo risueña.

-Adiós Tabita.

-Adiós corazón.

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¿Alguna vez os a atendido alguna persona como la que ha atendido a Débora?

¿Abigail sospecha que pasa algo?

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La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now