Capítulo 27

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Amoos

<Te preocupas demasiado por mi lobito>
<Te preocupas demasiado por mi lobito>
<Te preocupas demasiado por mi lobito>
<Te preocupas demasiado por mi lobito>

Mi mente repetía sin cesar, como si se tratase de un disco rayado, las últimas palabras de Débora. Ella ajena al caos que había creado, dormía tranquilamente sobre mi hombro. <Te preocupas demasiado por mi lobito>... Que verdad más absoluta. Sus palabras habían conseguido lo que nunca nadie había logrado: dejarme fuera de juego. No sabía qué pensar, ni qué hacer, así que decidí quedarme quieto. ¿Sabía que era un lobo? A mi mente acudió un famoso refrán. 'Los niños pequeños y los borrachos siempre dicen la verdad'. Era cierto lo que había dicho, pero no estaba muy seguro de si ella era consciente de lo que decía. Además, ¿qué probabilidades había de que se acordará mañana de esto? Necesitaba tranquilizarme. Para conseguirlo decidí escuchar los sonidos que me envolvían. El que más destacaba era el sonido, constante y monótono, de la lluvia golpeando el techo del coche, pero el que logró calmarme fue la suave respiración de Débora. Al mirarla dormida tan cerca de mí suspirando, con el rostro sin arrugas de preocupación y en paz, quise saber qué podía hacer yo para que siempre fuese así de... feliz.

<Lobito>

Escuchar por primera vez su voz desvelando mi secreto, había sido una experiencia que jamás olvidaría. A pesar de no saber qué pensar acerca de sus palabras y del temor que sentía ante su posible rechazo, una parte de mí se alegraba. Estaba contento de que al menos, borracha, hubiese logrado darse cuenta de la verdad. Lo había dicho con la voz llena de calma y con una sonrisita borracha decorando su rostro. Como si le pareciera gracioso. Pero ¿realmente qué sabía? No tenía ni idea.

Entre ese mar de preguntas sin respuesta, una se abrió camino entre el resto, llamando de golpe mi atención. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué cojones había bebido tanto? ¡Por la luna, si estaba a un trago del coma etílico! Ella no era así. Ella no era una de esas que bebe por que si. Algo la había alterado tanto que había necesitado refugiarse en el alcohol. Al darme cuenta de que la única persona en la tierra capaz de responder a esas preguntas, estaba inconsciente y babeando sobre mi hombro, decidí que era inútil seguir. Por el momento decidí llevarla a su casa. Saliendo del parking me dirigí a su domicilio. Tardé una eternidad. No por exceso de tráfico o porque hubiese un atasco, todo lo contrario, no había nadie por las calles. El problema era el diluvio y la poca visibilidad que había. A pesar de que mi visión eran mucho mejor que la de los humanos, no quería cometer un error y tener un accidente estando Débora en el asiento continuo. Quince minutos más tarde, llegamos. Cuando hube aparcado el coche frente a la entrada, con cuidado de no despertarla la separe de mí para poder buscar entre su ropa las llaves. Primero salí solo para abrir las puertas de su piso, luego volví al auto y la cogí en brazos para llevarla a su cama. Todo esto lo hice rápido, en un intento de que no se volviese a mojar. Una vez en su cuarto, la deje sobre la cama y la cubrí con las sábanas. Menos mal que al ver la que estaba cayendo había decidido ir a buscarla en coche. Algo en mí me avisó que debía hacerlo. Que necesitaba de mi ayuda. Que no estaba bien...

La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now