10. Duendes mágicos super veloces (e)

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Se me había olvidado preguntaros si eráis tan torpes como Débora y q pensáis sobre Larissa.

Se me había olvidado preguntaros si eráis tan torpes como Débora y qué pensáis sobre Larissa

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CAPÍTULO 10

Duendes mágicos super veloces

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«La risa es el disolvente universal

de las preocupaciones».

Alex Rovira

Débora

— No, no y no. Tú no vas a comer aquí, señorita Débora. —me regañó Larissa al ver cómo no me levantaba de la silla y trataba de alcanzar el plato con varios apetecibles pancakes, trozos de fruta y un zumo, que había dejado a escasos centímetros de mí.

«¿Acaso quiere verme llorar señora?», me pregunté desesperada y confundida, sin apartar la vista de aquel tentador festín. Tan cerca, pero a la vez tan lejos de la felicidad... Levantando mis ojos miré a Larissa. Tras analizarla unos segundos llegué a la conclusión de que era lo suficientemente rápida para arrebatarle de las manos aquel plato y huir victoriosa...

«Oficialmente he perdido la cabeza» pensé resignada ante mi disparate.

Por su parte Larissa al verme fruncir el ceño, confusa, rodeó la encimera y sonriendo me animó a levantarme.

— Aquí solo comen los empleados de la casa, querida. —me aclaró mientras me cogía de la mano y me sacaba de la cocina— Ven, que te acompañó al comedor. Está justo en la sala de al lado. Es una habitación espléndida...

La voz de Larissa se fue apagando, y acabó por quedar en segundo plano, cuando mis ojos se fijaron en el techo del pasillo que separaba las dos estancias. Un fondo blanco adornado con centenares de figuras florales doradas. Identifiqué el recargado, y caótico, estilo como rococó. Sin poner resistencia caí embobada en su embrujo.

«¿Cómo es posible que no me hubiera fijado antes?» me pregunté sin dejar de mirar hacía arriba.

—Si esta pequeñez ha logrado dejarte así, —un toqué en el hombro y la voz de Larissa me devolvieron a la realidad— apuesto a que la siguiente sala te quitará el aliento, querida. —murmuró risueña mientras abría las pesadas puertas oscuras que daban al gran comedor.

Ante mí se abrió una estancia pintada en un azul verdoso oscurecido que me recordó a las aguas de un mar agitado. Al igual que el techo del pasillo, miles de pequeñas flores doradas decoraban las paredes. La combinación de aquellos dos colores, junto al negro mate de la gran mesa y sillas en el centro de la estancia, eran la misma definición de la elegancia. Tímidamente, y animada por un suave empujón de Larissa, avancé hacía la inmensa mesa oscura. Mis dedos danzaron, inseguros, por la superficie del ébano.

La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now