Capítulo 12 - Buenos y malos

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ANNIE EVANS

Cuando termino de ponerme la camiseta y el mono vaquero me dejo el pelo suelto, me lo peino, cojo la plancha y me hago ondas en él. Después de acabar de hacerme el pelo, me maquillo de una forma natural y sencilla, aplicándome rímel que mi tía me dio el otro día dándole volumen a mis pestañas haciendo que mis ojos azules resalten más. Finalmente cojo uno de mis pintalabios rosa, ya que tengo dos y me aplico uno sobre los labios. De repente, llaman a la puerta.

—Annie, tu padre llega en cinco minutos.

—De acuerdo, enseguida bajo.

Mi tía asiente y se marcha cerrando la puerta de la habitación. Ayer, antes de llegar a trabajar, mi padre me informó de que estaba en el aeropuerto, ha cogido un vuelo para venir aquí a comentarme sobre el estado de mi madre y me estuvo explicando algunas cosas, por eso me retrasé en el trabajo.

Todavía sigo alucinada por las palabras de Caleb: falsa e hipócrita me llamó. Por supuesto que pensaba contarle lo que había escuchado en el baño pero quería buscar el momento y el lugar indicado y no en el instituto cuando todo el mundo nos puede escuchar. Aún no me explico cómo lo ha podido saber… pero que me diga eso después de que no le he dicho nada a nadie, ni siquiera a Madison…

Bajo las escaleras viendo a mi padre con la maleta en un lado. Su aspecto es cansado, lleva unos pantalones azules y una camisa blanca, pero aunque luzca cansado me sonríe.

—Hola Annie, ¿cómo estás?

—¿Bien y tú?

—Algo cansado pero bien —asiento.

—¿Te vienes con nosotros tía?

—No puedo, tengo planes pero será en otra ocasión.

Mi padre deja su maleta en el salón. Cuando salimos de casa frunzo el ceño al ver el coche.

—Lo he alquilado para hoy —mi padre se adelanta leyéndome el pensamiento.

—Oh, vale.

Cuando abro la puerta del copiloto, no sé por qué mi cabeza se dirige instantáneamente hacia casa de Caleb. ¿De verdad piensa que he sido falsa con él? Sacudo la cabeza. ¿Por qué tengo que pensar en eso? Subo al coche y nada más cerrar la puerta, me pongo el cinturón.

—¿Dónde te apetece comer? —pregunta mi padre.

—Donde tú quieras.

—Conozco una pizzería donde se come muy bien, ¿te apetece?

—Claro.

Diez minutos más tarde, mi padre y yo llegamos a la pizzería e inmediatamente nos asignan una mesa. Miramos la carta detenidamente hasta que me decido por una lasaña. Mi padre termina pidiendo lo mismo que yo.

—¿Qué tal van los estudios? ¿Cómo lo llevas todo?

—Bien la verdad. He conseguido un trabajo en un cine. Trabajo entre semana por las tardes.

—¿Y puedes compaginarlo con el instituto?

—Espero que sí.

—Annie, sabes que no tienes por qué trabajar.

—Pero yo quiero hacerlo.

—Está bien, no te insisto más pero a mí me gustaría mandarte algo para aunque sea los gastos del instituto: libros, libretas, excursiones, lo que sea necesario.

—Gracias —sonrío levemente —. ¿Cómo está mamá?

—La he dejado mejor y bien atendida por médicos. Tuvo una crisis muy fuerte y… —mi padre se detiene dudando en si decírmelo o no.

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