Capítulo 30 - California

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Subo al avión y cuando encuentro mi sitio me siento en él no sin antes dejar la maleta en el hueco de arriba. Una vez me acomodo en el asiento, desbloqueo el móvil avisándole a mi padre de que ya estoy arriba en el avión y que cuando llegue le enviaré un mensaje. A continuación le mando otro mensaje a Caleb comunicándole de que ya estoy acomodada en el avión e inmediatamente el móvil me vibra avisándome de que tengo una llamada de él.

—Annie, mi padre ha aparecido —dice contento.

—¿De verdad? ¿Dónde estaba?

—Bueno… las condiciones no eran muy buenas pero ya está en casa y durmiendo la mona.

—Me alegro mucho. ¿Estás más tranquilo?

—Sí. ¿Tú cómo estás? ¿Cómo te sientes?

—Pues…. —hago una breve pausa —Siento una especie de nervios y felicidad. Sinceramente no me creo todavía que mi padre me haya comprado un billete para volver y ver a mi madre. 

—Las dos os merecéis reencontraros.

—Sí —sonrío sin mostrar los dientes.

—Te voy a echar de menos… Se me va a hacer raro no espiarte a través de la ventana —ríe.

—¿Me espías a través de la ventana? —digo sorprendida.

—Solo a veces. 

—Yo también te voy a echar de menos, Caleb.

—Annie… te qui —le interrumpo.

—Caleb, te tengo que dejar. El avión despega en nada. Te aviso cuando llegue.

Le lanzo varios besos y cuelgo la llamada. ¿Es mi imaginación o iba a decirme te quiero? Sacudo la cabeza quitándome ese pensamiento de la cabeza. No creo… Quizá me quisiese contar alguna cosa. 

La azafata nos indica que nos abrochemos el cinturón. Cuando lo hago, me pongo los auriculares y me pongo mi playlist de Spotify. A continuación cierro los ojos intentando dormir. 

***

Doce horas más tarde, llegó por fin a California —San Diego para ser más concreta —. El taxi me deja justo delante de mí casa. Busco las llaves en mi bolso y abro la puerta de la sigue siendo mi casa. Cierro la puerta detrás de mí y dejo la maleta justo al lado de la puerta. 

El ruido de mis botas de tacón resuenan contra el piso mientras camino alrededor del salón observándolo todo tapado con una sábana, tanto los sofás como los muebles —me imagino que cuando mi padre lo habrá tapado todo —. Cuando recorro el salón y la cocina, me dirijo hacia las escaleras y entro en mi habitación. Está tal cual la dejé la última vez que estuve aquí. Inmediatamente sacudo la cabeza quitando los malos recuerdos de mi mente. 

A continuación me dirijo a la habitación de mi madre. Las sábanas siguen puestas y me viene a la mente ella ebria acostada en la cama. Sin más, me acuesto sobre la cama y no sé en qué momento, me quedo dormida en su cama. Todavía puedo oler su perfume en las sábanas, o quizá no…, no sé.

***

El sonido de mi móvil sobre el bolsillo de mi pantalón hace que me despierte. 

—¿Sí? —respondo sin mirar quién es.

—¿Annie? ¿Estás aquí ya?

—Oh, Elena —me incorporo echándome el pelo hacia atrás —. Sí, estoy aquí ya. ¿Qué hora es? 

—Casi la hora de comer. 

—Oh… mierda —maldigo levantándome de la cama.

—Ven a comer a mi casa. Le he dicho a mis padres que has venido unos días y quieren que vengas.

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