Capítulo 55 - Cambios

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—¿Qué es este sitio, Caleb? —Pregunto contemplando fascinada los tres edificios que tengo justo delante de mí —. No he visto en mi vida este tipo de edificios. 

—Siempre hay una primera vez para todo. Vamos —dice cogiendo mi mano conduciéndome a uno de los edificios. 

Cuando llegamos al portal Caleb abre con una llave y a continuación subimos por el ascensor. Sigo a Caleb porque no tengo ni idea a qué puerta nos dirigimos hasta que se detiene justo en uno. En la plaza del portal me doy cuenta de que ponen las iniciales de Caleb y Callum junto con la de Jack. 

—¿Este piso es tuyo? 

Caleb asiente con una sonrisa y me invita a pasar. El piso consiste en tres habitaciones, un baño, una cocina, el salón y un balcón precioso donde hay árboles puestos. 

—Nunca en mi vida he visto edificios así —digo observando lo que tengo justo delante y después contemplo el edificio del lado. 

—Los construyeron en 2014 y como estaban a buen precio mi tío quiso comprar uno.

—¿Y qué pretendes que hagamos aquí tú y yo? —Pregunto mirándole de forma inquisitiva. 

—Estar juntos —sonríe —. Ven, tengo que darte una cosa. 

Caleb coge mi mano indicándome hacia el salón. Coge su mochila, la abre y saca un regalo envuelto.

—Esto es para ti. Te lo compré en Palermo. 

—¿Para qué me compras nada? —Sonrío mirando el envoltorio. 

—Porque lo vi y me dijiste que lo querías —frunzo el ceño intentando recordar lo que le dije que quería anteriormente. Caleb se ríe ante la expresión de mi rostro. 

—Si no lo abres no lo sabrás. 

Termino por romper la intriga rasgando el envoltorio y cuando veo de lo que se trata enseguida me vienen los recuerdos: el libro de Cumbres Borrascosas. 

—¿Te gusta? 

—Me encanta. ¡Gracias! —Digo besando sus labios castamente. 

—¿Me das esto a cambio? Yo me esperaba mucho más. 

Río ante su cara de niño triste al que no le han dado su bolsa de chucherías y me lanzo a sus brazos besándolo con ternura. Caleb envuelve sus brazos alrededor de mi cuerpo y sin darme cuenta ambos caemos en el sofá torpemente y empezamos a reírnos ya que nos hemos hecho un poco de daño. 

—¿No tienes hambre? Podemos pedir algo para que nos lo traigan —sugiero acariciando su mejilla. 

—¿Y por qué no lo dejamos para después? En este preciso momento lo que menos quiero es cenar —murmura cerca de mis labios. 

—¿Y no será mejor dejar eso que estás pensando para después? Tenemos toda la noche para eso. 

—¿Pretendes que lo quieras dejar para después con estas vistas que me estás dando? —Dice mirándome el escote con todo el descaro del mundo. 

—¡Eres un cochino! —digo pegándole en el hombro y después le quito el gorro tirándolo al suelo. 

Empezamos a hacernos cosquillas, a reírnos, nos caemos al suelo, seguimos haciéndonos cosquillas mientras nos reímos a carcajadas hasta que quedamos completamente agotados tirados en el suelo. 

A la mañana siguiente una serie de besos por el cuello hacen que me despierte. 

—Buenos días –sonrío aún con los ojos cerrados. 

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