Capítulo 4

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Un timbre es sonado, una especie de melodía suave y dulce. Pensado para no aturdir ni asustar a los estudiantes con sentidos súper desarrollados. Los pasillos se llenan y los estudiantes comienzan a repartirse por los salones. Rápidos y ordenados.

— Aquí no hay escusas para llegar tarde —me codea Wanda.

— ¿Cuál es nuestra clase? —pregunto mirando hacia las distintas puertas.

— Una con la que probablemente estés familiarizada —enarco mi ceja—. Matemática —gruñe—. Un maldito suplicio que persigue a todos.

Sonrío.

Nunca he sido mala en matemática. De hecho, se me hace fácil y la disfruto.

— Siga con esa actitud, señorita —la voz ronca de un hombre nos hace girar nuestros rostro—. Y el suplicio la perseguirá toda la vida.

Wanda se queja sonoramente ante el hombre hermoso de orejas puntiagudas y ojos azul noche.

Malditos mágicos, todos son extraordinariamente guapos.

Observo como las fosas nasales del hombre se expanden en mi dirección.

— Usted es la nueva, obviamente —extiende su mano—. Soy Arnaldo, enseño matemática.

Estrecho su mano y me encuentro con la agradable sorpresa de una mano cálida.

— Ariel —sonrío.

Asiente profundamente y se dirige camina hacia una de las puertas del lado derecho. Arriba tiene el número "523".

— Este es nuestro salón, aquí veremos todas las clases a excepción de química, caza, entrenamiento y las actividades extracurriculares —Wanda me giña un ojo—, luego te hablo de ello.

Nos adentramos al salón luego del profesor. Ya está repleto de estudiantes sentados que miran en nuestra dirección, hay aproximadamente treinta personas contándonos al profesor, Wanda y yo.

Aprieto mis manos en el aza de mi bolso, regulo mi respiración intentando que mi corazón se calme pero saber que todos pueden escucharlo y notar los nervios en mí solo me ponen peor.

— Tranquilícese, señorita —Arnaldo me da una sonrisa tranquila—. Puedes presentarte ante tus compañeros y usted, señorita Spark, puede tomar asiento.

Wanda se ríe con suavidad.

— No se agobie, profesor —ella camina hacia los puestos traseros—, este año no destruiré los asientos....Siempre y cuando usted no decida hacer exámenes sorpresa.

— Si le pusiera el mismo empeño que le pone a sus amenazas a sus exámenes, no tendría que preocuparse por ellos.

Todos en el salón aúllan o bufan sus opiniones.

— Silencio —exige el profesor—. Chicos, este año tendrán una nueva compañera —me señala—. Dinos de dónde vienes.

Miro hacia los rostros que conozco. Los chicos me sonríen y Wanda me echa miradas alentadoras.

— Soy Ariel Rowclay y vengo de Los Ángeles.

Murmullos llenan el salón. Unos llegan claramente a mí.

"¿La tierra humana?", "¿Rowclay?", "¿Dónde queda eso?".

— Los Ángeles está en California, un estado de los Estados Unidos —aclaro y vuelvo mi mirada hacia el profesor—. ¿Puedo sentarme ya?

Él asiente y yo busco el asiento que amablemente Wanda aparto para mí.

Cuando tomo asiento aun puedo sentir miradas nada disimuladas hacia mí.

Los Mestizos IIWo Geschichten leben. Entdecke jetzt