Capítulo 42

4.3K 575 142
                                    

Maratón 2/2 “Acto de fe”

Tener la certeza de que Boyd me ama tanto como yo lo hago me hace indiscutiblemente feliz. Más allá de mis problemas, siento que puedo ver todo de otra forma, una mejor. Sabiendo al fin todo lo que siente, sé que quiero seguir luchando por superar lo que me sigue aprisionando el pecho, aunque ahora su fuerza sea menor. Lo sé porque cuando Johan me pide tomar el cuchillo en la práctica lo hago, pero sentirlo en mi mano fue…pesado, lo lanzo para no verme tan patética, escucho el sonido que hace el objeto clavándose en la pared. Cuando Johan lo inspecciona, asiente.

—Hasta el mango —lo saca con fuerza y en parpadeo me lo devuelve. Reacciono un poco tarde, siento la cuchilla rozarme el hombro—. Mantén tu guardia arriba, estoy cansado de repetírtelo —es la única consideración que tiene conmigo—. Se acabó por hoy, ve a curarte.

Gruñendo salgo de allí, Kort es quien me ayuda con el raspón que me ha alterado más de lo que desearía. Lo limpia y pone una pequeña venda innecesaria, pero es su costumbre, papá lo enseñó a ser así con nosotros, sobreprotector.

Reviso mi celular para ver la hora y me despido de Kort rápidamente. Hoy me reuniré con Boyd para practicar lo de la magia, en la mañana, antes de salir a hurtadillas de mi habitación, me pidió que me reuniera con él en el patio trasero a una hora específica.

Lo encuentro conversando con Eddy, ambos limaron asperezas hace tiempo ya, su relación no es como antes, pero siguen reuniéndose de vez en cuando. Me gusta que vuelvan a llevarse bien y más me gusta que Boyd sepa que tiene amigos con quienes contar.

—¿Hola, bebé pequeño? —saludo a mi hermanito pegándome a él como un koala a la rama de un árbol, me gruñe de inmediato alejándose.

—Estás pegajosa de sudor, no me toques —se queja—. Ya me voy, no quiero alumbrar aquí más que el sol.

Ruedo mis ojos ignorándolo y siguiendo sus pasos con atención para saber a dónde se dirige. Cuando entra en la casa, vuelvo mi atención a Boyd.

Su cabello rojizo parece estar en su apogeo bajo el sol, trae ropa ligera como suele hacer siempre y va descalzo. Tiene los pies sucios de tierra pero y una tobillera que no había notado antes.

—¿Terminaste de ver mis pies?

Desvío mi mirada inmediatamente hacia su rostro, tiene las mejillas sonrojadas y lleva esos incómodos lentes oscuros.

—¿Cómo sabes que…? —me callo cuando sonríe, ¡agh, yo misma me descubrí!

Suspira dramáticamente negando.

—Mi inocente estrella de mar —se da la vuelta dirigiéndose al bosque—. Vamos, hay mucho que enseñarte.

Le sigo el paso, me resulta fácil ahora. Recordar cuanto me fastidiaba caminar por el bosque y ensuciarme me causa gracia, estaba demasiado acostumbrada a la ciudad. Realmente no sabía nada, no tenía idea de cuánto amaría estar rodeada de árboles, escuchando cada sonido, respirando cada aroma.

—¡Ey! —me quejo paralizada, literalmente.

—¿Crees que existe una manera de evitar que alguien te paralice con magia? —cuestiona volviéndose hacia mí. Me deja libre esperando mi respuesta, dudo—. Sí, pero es difícil, evitar la magia es complicado, pero no imposible. Alguien con magia pura podría lograrlo, los que son como tú, mestizos con magia viva, no. Sin embargo, podrías aprender a esquivar.

Parpadeo aturdida por la información.

—Lo lamento, profesor, pero va muy rápido —me río—. ¿Cómo fue que me llamaste? ¿Mestiza de magia viva? ¿Es que acaso existen varios tipos de magia?

Los Mestizos IIWhere stories live. Discover now