Extra #5

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“Ariel y los cuchillos”

Allí estaba ella, sentada en la mitad de la sala de entrenamientos, tenía varias armas tiradas frente a ella. Johan las había puesto allí antes de irse y le había pedido que las estudiara, le había dicho que no tenían vida, que la vida se la daba quien las manejara.

Ariel estaba tensa, tenía el estómago revuelto y dolor de cabeza. Sentía el sudor bajarle en gotas por la espalda. Ella quería salir de allí y nunca más ver armas filosas.

Pero estaban en todas partes, durante sus comidas, adornando las paredes de la casa y…en sus sueños. Esos en donde ella no tenía control y arrebataba vidas sin poder contemplación.

Desde que había tomado la vida del seguidor en la casa de Boyd, su muerte la perseguía. Ella nunca había pensado que mataría a alguien en algún momento de su vida, aunque se lo mereciera, pero, ¿Quién era ella para decidir eso?

Con los humanos el sentido de justicia era distinto, por lo menos el de las personas decentes…

Ariel gruñó sujetando su cabeza.

Pensar en las leyes humanas, la moralidad y justicia la estaban volviendo loca. Pero no podía evitarlo, no cuando la mayor parte de su vida había aprendido eso de ellos.

—Tenías que hacerlo —una voz llenó el lugar. La voz de su padre. Ella no se molestó en mirarlo—. Es eso lo que quieres escuchar, ¿no es así? —él había estado intentando hablar con ella sobre eso, pero Ariel lo había evitado—. Que no tuviste opción, que el único camino posible era la muerte de esa persona.

—No quiero hablar sobre eso.

Esa era su frase favorita, además, por supuesto de “no me presiones”, “no estoy lista” y “no lo entiendes”. La verdad era que ella no quería abrir ese lado oscuro de su alma con nadie, la avergonzaba.

—Ariel —la llamó, estaba cerca podía sentirlo—. Mírame —le ordenó con esa voz que utilizaba cuando los reprendía. Ella obedeció—. Tú no eres una asesina.

La garganta se le secó.

—Sí lo soy —contestó lo que la voz de su cabeza no paraba de decirlo.

—Estabas en peligro, esa persona iba a matarte junto con todos los demás —se sentó a su lado—. Decidiste defenderte y eliminar la amenaza, ¿pudiste hacerlo mejor?, probablemente, pero ya no hay nada que puedas hacer para cambiar las cosas. En su momento tomaste la decisión que creíste conveniente, salvaste tu vida y la de tus amigos.

Sus palabras le recordaban a lo que le había dicho su madre, sobre decidir y vivir con eso, pero siempre recordando la razón por la que esa decisión se tomó.

—Pude dejarlo inconsciente, pude herirlo de otra forma —miró a su padre, pero su atención no estaba allí, sino en el recuerdo—. Quise matarlo, quise acabar con su vida por la forma en la que quería herir a Boyd.

—Está muerto. Sí, lo mataste. Lo quisiste y lo hiciste. Acéptalo —le sujetó el rostro con suavidad—. Pero tú no lo hiciste a sangre fría, tenías un motivo lo suficientemente fuerte como para perder el control. Nada va a regresar el tiempo, nada va a desaparecer esa decisión. Si te arrepientes, entonces hazlo diferente la próxima vez, pero no continúes dañándote a ti misma —quitó las lágrimas que se escurrían por sus mejillas, Evander suavizo su expresión—. En este mundo, nuestro mundo, todo es distinto. Tenemos leyes y reglas. Bajo ninguna de ellas eres culpable o has cometido delito. Con los humanos es tan distinto Ariel, pero nosotros no somos como ellos, nos regimos bajo los conocimientos de cada ser mágico.

Los Mestizos IIWhere stories live. Discover now