Capítulo 24

5.7K 622 140
                                    

Mi reflejo era el mismo. No podía encontrar ninguna diferencia.

Hoy es mi cumpleaños número diecisiete, celebrarlo me parece tan absurdo. Demasiadas cosas están pasando, un hombre auto proclamado dios, mestizos siendo asesinados, Ashen buscándome sin parar y Boyd.

Nuestro beso se ha estado reproduciendo en mis sueños una y otra vez, durante el día todo lo que hago es repasar sus palabras, sin entender. Esa noche quedó grabada a fuego en mí, nunca habíamos estado tan juntos y la verdad no sé si alguna vez lo estaremos de nuevo. Me resulta tan difícil leerlo, no lo comprendo, hay tantas cosas que no me dice, estoy segura de eso. Él es como la arena, cuando crees tener un puñado en tus manos se te escurre entre los dedos.

— Ariel, debes tener paciencia con él —suspira Wanda buscando un absurdo lazo para ponerme en el cabello—. Si realmente quieres intentar "estar con él", algo a lo que me opongo, por supuesto —se queja—. Él no te merece, pero en fin, mi punto es que debes recordar que estás tratando con un chico de quince años —me mira—. Puede que en ocasiones parezca maduro y haya pasado por mucho, pero sigue siendo solo un chico.

Yo lo sé, maldición.

Boyd tiene la edad de mi hermano y cuando pienso en todo lo que él y yo hemos pasado simplemente no puedo recordar ese detalle. Wanda tiene mucha razón, en ocasiones él actúa como una persona adulta pero no lo es, es solo un chico que como yo, está aprendiendo a lidiar con este emparejamiento y sobre todo, queriendo tomar decisiones en base a lo que considera correcto.

— Es difícil, sobre todo cuando siento que es él quien me guía en todo momento.

— Cariño, no lo dejes sentir que tiene el control o los llevara a ambos a la ruina, mantente firme y recuerda que no eres alguien que debe arrastrarse —Wanda coloca sus manos en mis hombros y me mira como la abeja reina—. Tú eres Ariel Ivy Rowclay Walker, ¿crees que teniendo ese nombre es justo que debas suplicar por amor? Ni de broma. Ahora —me da la vuelta de nuevo hacia el espejo—. Déjame ponerte el puto lazo.

Sonrío.

— No hables así, no quiero que tus padres piensen que he sido yo la que te las ha pegado.

— ¡Pero sí lo has sido, Ariel! —me acusa.

Reímos.

La miro a través del espejo.

— Gracias, Wanda —de pronto siento un nudo en la garganta—. Cuando me miras y crees en mí de esa forma, siento que puedo hacerlo.

— Puedes hacerlo, Ariel, solo no tengas miedo —palmea mis hombros—. Quedaste preciosísima.

Sí, pero sigo sintiéndome absurda, como si todo estuviera bien cuando no lo está.

El vestido es hermoso, lo compré con mamá ayer. Es blanco y con detalles de encaje en el vuelo, el lazo azul adornándome el cabello me da un aspecto inocente y tierno. A papá le encantará, sentirá que sigo siendo su pequeña y que no estoy creciendo. Pero la verdad es que tengo diecisiete años y hay un espíritu salvaje en mi interior sediento de libertad que me gruñe ante cada acto de injusticia.

— Estoy lista para bajar —suspiro.

Wanda me sonríe y me ofrece su mano.

Estoy tan agradecida con ella por no dejarme enfrentar esto sola.

Ella guía el camino sabiéndoselo de memoria, después de todo es su casa. Ella y mis padres se han empeñado en hacerme esta pequeña reunión para celebrarme, Wanda y sus padres ofrecieron su mansión de inmediato al saber que nuestra cabaña es pequeña, mis padres no quisieron aceptar pero los padres de Wanda insistieron. Incluso nos ofrecieron algunas habitaciones para quedarnos, ya que no podemos irrespetar una vez más el toque de queda como con la fiesta de celebración, para esa fiesta se pidió permiso con antelación.

Los Mestizos IIWhere stories live. Discover now