Capítulo 29 parte 1

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Maratón 2/4 "Boyd Luciany".

Siento su ausencia en cada parte de mi piel. Ella se va con ese hombre que muchos llaman alfa, aquel con quien alguna vez me reuní. No me hace sentir cómodo de ningún modo el que no pueda estar yo con ella, aunque realmente sea al revés, soy yo quien la necesita ahora. Tengo la necesidad de aferrarme a ella, embriagarme con su olor y perderme en su esencia, escucharla hablar, reír, solo para olvidar. Quiero sentir que no lo he perdido todo, que él no la tomó a ella, que no me robó eso.

"Espero que tu corazón no haya acogido a nadie más que a mí, mi pequeño, porque aquellos que tú más quieras serán los primeros que probaran mi fuego".

Aferro mis manos a mi rostro y lo apretujo con fuera aunque cada parte de mi cuerpo ladre adolorido. Más me duele el alma al pensar que de alguna forma él pudo sentirla en mí, que irá por ella en cualquier momento. La matará, va a destruirla.

Todo por mi culpa.

Me encojo en la cama al sentir la presencia de alguien. Expulso mi magia, la hago buscar y estudiar a ese alguien con aroma a viejo. Mi magia se topa con algo antiguo, al primer contacto retrocede, pero luego va como un pequeño animal curioso a investigar. Su aura no es oscura como la de Zachcarías, pero se siente igual de vieja, de inquebrantable.

— En lugar de curiosear, niño —su voz la reconozco al instante—. Deberías aprender a defenderte —siento una ola de rubor furioso atacarme—. O a memorizar las esencias y olores.

— Mi nariz está dañada —suelto a la defensiva avergonzado, el único olor que pude detectar fue el de Ariel.

Lo escucho caminar por la habitación con pasos pesados, el ambiente se carga de tensión peligrosa. No me sorprende, después de todo, soy la mitad de su hija.

— Pude haberte matado en el segundo que entre en la habitación y en lugar de bloquearme me recibiste, intentando comprenderme —se detiene al pie de la cama—. ¿No te han enseñado que el tiempo es lo único que importa?

— No realmente —contesto entre dientes. Mi magia vuelve a ir hacia él intentando leerlo, entender. Pero me topo con un muro, no, una fortaleza.

Escucho un bufido de su parte, uno de esos que suenan cansados y divertidos, como si yo fuera diminuto ante su grandeza.

— Evander Rowclay es mi nombre —dice sin una pizca de humor—. Rechazaste a mi hija, ¿por qué?

Mis manos se vuelven puños y contengo mi magia.

¿Cómo puede decirlo con ese maldito tono? ¿Cómo si hubiese sido la cosa más sencilla del mundo? ¿Cómo si haber roto su corazón no significara nada para mí?

— Escucho como coloca sus manos en la baranda de metal que tiene la cama. Mis brazos me envuelven y me estremezco.

— ¿No me vas a responder? —no contesto, no me muevo—, por supuesto que no, ¿sabes por qué?, eres niño con miedo —cierro mis ojos con fuerza—, ¿crees que alejándola de ti vas a salvarla de lo que sea que te persigue? Pero no funciona así, no funciona guardando silencio. Toda mi vida he conocido a gente como tú, creen que alejarse es la mejor opción, pero no es así.

Estoy llorando, realmente lo estoy haciendo. Justo frente a él. Limpio las lágrimas con furia.

— Yo también tengo una mitad —habla con más delicadeza—. Sé cómo te sientes. Tienes que entender que solo no vas a poder salvar a Ariel, tienes que saberlo. Yo soy su padre, haría cualquier cosa por ella —la promesa es inquebrantable—. Dime, ¿a qué le tienes tanto miedo? ¿por qué te hicieron tanto daño?

Los Mestizos IIWhere stories live. Discover now