Extra #3

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“El guardia, la ladrona y la manzana”

Evan Rowclay había tenido que viajar a la otra punta del país para alejarse de las indecisiones de Ivonnet y de la furia rencorosa de Johan. Sabía que había cometido un error, pero no pensó que sería para tanto.

Tener sexo con Ivonnet no había significado nada más que una distracción para ambos, la bruja era su amiga y ella sabía más que nadie que un cruce de cuerpos no cambiaría la relación entre ambos. Por supuesto que en ese momento no había pensado en su alfa, quien había rechazado el vínculo de mitades, pero que al enterarse del inesperado revolcón entre su soldados más talentoso y su…nada –porque no eran nada más que compañeros de batalla-. Sabía que no era fácil para Johan, que el vínculo había sido algo no deseado por ninguno de los involucrados, pero que aun así…le afectaba. No pudo evitar enfurecerse con ambos, bueno, con Ivonnet lo estaba todo el tiempo pero, el enterarse de lo que había sucedido lo llevó a otro nivel.

Evan no estaba dispuesto a aceptar rabietas de ninguno de sus amigos por lo que decidió tomar la misión que todos estaban evitando.

Había rumores, como susurros que decían que algo había despertado después de la muerte de Zachcarías Losher. Nadie sabía que con exactitud, pero había una preocupación latente en la manada. La ansiedad los tenía a todos sin habla constantemente.

Era entendible, habían acabado con un monstruo terrible, que había estado atormentado a los mágicos entre sombras y ahora se rumoreaba que había algo más. Algo que no tenía miedo de que lo vieran.

Evan había aceptado a viajar a los muelles de Pardon, donde viajeros llegaban de todas partes del mundo. Donde había rastreado que los rumores habían llegado.

Lo primero que lo golpeó al llegar a ese lugar fue el olor a pescado. Era terrible, incluso más intenso que el de los mágicos. Había muchos vendedores ambulantes ofreciendo cualquier cantidad de cosas que Evan notó y apuntó como ilegales.

Y había pobreza, como nunca antes la había visto.

Durante días dejó que los lugareños se acostumbraran a su presencia, Evan actuaba como una sombra, no hablaba con nadie, solo escuchaba. Ese era su secreto, no parecer interesado en nada, no hacer preguntas, solo escuchar. Entró en los bares de mala muerte que estaban esparcidos por todo el lugar y escuchó a los marineros recién llegados de meses en el mar.

Pero ninguno traía noticias de los otros continentes.

Sin embargo, un día, vio como varios hombres sacaban a puñetazos a otro que se quería colar entre ellos.

—¡Consigue tu propia prostituta! —le gritaron lanzándolo fuera del bar.

A primera vista, parecía una pelea completamente normal entre borrachos por mujeres de compañía. Pero Evan vio y escuchó algo más.

El vagabundo tenía distintos collares y tatuajes sobre su piel casi pegada a sus huesos. Por su aspecto, se podía decir que era un brujo, pero Evan no lo decidió tan pronto. Entonces, fue cuando lo escuchó murmurar: —El mundo ha sido roto y ellos nos harán pagar las consecuencias.

Se puso de pie tan rápido que asustó a una mujer que venía con una charola repleta de bebidas, con una rápida disculpa salió de allí en busca de su objetivo.

No fue difícil rastrearlo, estaba en el callejón vaciando sus tripas cuando Evan lo encontró.

—¿De dónde eres? —fue lo primero que le preguntó, dándose tiempo de averiguar por sí mismo lo que era.

Unos ojos del color del hierro lo saludaron.

No podía ser un brujo, Evan lo inspeccionó con lentitud manteniendo su mirada inquebrantable.

Los Mestizos IIWhere stories live. Discover now