Capítulo 16

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Sentir que no era suficiente fue devastador, pero de alguna forma lo soportaba. Encontrar a mi mitad no estaba en mis planes, pero sucedió. Todo rastro de sufrimiento desapareció de mí, lo que sentí supero lo que creía que sentía a niveles inimaginables, de pronto todo tuvo sentido, saber que en realidad sí había alguien hecho para mí que iba amarme aunque fuera un manojo sin sentido de cosas imperfectas fue...Fui feliz. Por esos pocos segundos fui innegablemente feliz. Nunca había sentido algo tan puro y genuino. Pero, la vida tiene dos lados, todo tiene dos lados. Y como intenso puede ser un amanecer, también lo es un anochecer. Cuando Boyd me rechazó, ese sentimiento fuerte e inquebrantable giró, como se gira una moneda, conocer su lado oscuro me doblegó al dolor. Igual de puro, igual de genuino.

Entonces, en algún momento, todo eso acabó.

Nada es para siempre.

Sin embargo, ser el recipiente de tantas sensaciones intensas me dejó total y absolutamente vacía cuando estas desaparecieron.

Vacía. Nunca supe lo que en realidad significaba, ahora sí, es esto, tener el rostro pegajoso por las lágrimas secas, no encontrar tu voz, no encontrar sensaciones, mirar hacia...nada. Nada importa, no soy consciente de lo que me rodea, porque tengo mis ojos fijos al frente, al océano.

Muchas personas se sienten intimidadas por él, mi padre inclusive. Pero yo no. Antes, cuando entraba o solo miraba hacia esa majestuosidad como lo hago ahora me sentía poderosa, como si todo dejara de ser tan grande como lo imaginaba, no, no existía nada más poderoso y cruel que el océano, podo se empequeñece ante él. Pero yo no. Yo era su igual. Me recibía. Me aceptaba.

No puedo sentirlo ahora. No siento nada.

Solo tengo el recuerdo de aquello que sentía.

Él me rompió, me rompió para siempre.

Brisa cálida me acaricia el cuerpo, aprieto mis brazos alrededor de mis piernas. Mi piel está áspera por la sal y la arena, lo primero que se me ocurrió hacer cuando llegué fue meterme al agua, no lo dudé, solo lo hice. Ni siquiera recuerdo cómo fue que pude llegar hasta aquí, realmente no lo recuerdo, solo sé que corría por el bosque con cada parte de mi corazón doliendo y en un parpadeo estuve aquí.

— Debes estar muy jodida como para llevar dos días sin moverte, ¿siquiera estás viva? —la voz femenina suena curiosa—, ¿hola?

No me he movido desde que llegué, tampoco siento necesidad de hacerlo. No hambre. No frío. Nada.

No contesto, no me interesa.

Una mujer aparece en mi campo de visión, tiene ojos grises, su cabello por lo poco que puedo notar es castaño oscuro, toda una mitad de este está rapado, la otra está tejida en trenzas.

No recibe respuestas de mi parte.

— ¿Qué hace una lobita sola en la playa? —eso sin dudas me hace parpadear en su dirección, una sonrisa brillante nace en su rostro mostrando el piercing metálico que tiene en el interior de su labio superior—, ¿no me vas a responder, mestiza?

Mis músculos se contraen sentir eso me abruma.

Aspiro, busco su olor, pero no hallo nada, ni una pizca de algo mágico.

— ¿Qué eres? —cuestiono, mi voz es pastosa, hablar se siente como un esfuerzo que me hace dolor la garganta.

La mujer me giña un ojo comenzando a caminar con gracia, esta termina sentándose a mi lado.

— ¿Qué soy yo? —hace un sonido con su garganta—. Algo vivo, sin dudas —suspira—. ¿Por qué estás sola? —no contesto, es una extraña después de todo—. Bien, no es mi problema, pero quizás deba recordarte la regla de "los tres", ¿sabes cuál es? —no abro mi boca, sobre todo porque mi garganta parece fuego—. Tres minutos sin aire —comienza—. Tres días sin agua —su voz se vuelve un ronroneo—. Y tres semanas sin comida. Eso es todo lo que un cuerpo humano puede aguantar.

Los Mestizos IIWhere stories live. Discover now