Empaca

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Abrí mis ojos y automáticamente sonreí al recordar la noche anterior; donde Jack llegó, dormí en sus brazos, me besó y me dijo te amo.
Aún seguía abrazada a él, y no tenía ninguna intención de zafarme. Inclusive podría estar así con él toda una eternidad.

Largué un suspiro. Como desearía que la luz del sol iluminara la habitación. Me sentía como una prisionera, en una cárcel o bajo tierra.

—Buenos días —escuché una dulce voz entrecortada.

—Buenos días sería si entrara el sol, pero de todas formas buenos días porque desperté junto a ti —sonreí.

—¿Dormiste bien? —besó mi frente.

—Excelente —suspiré— ¿Y tú?

—Lo mismo digo —oí su suspiro.

Justo cuando estaba por darle un beso, un ruido en la puerta nos interrumpió. Venía desde afuera, como si intentaran abrir la puerta, con una llave.
¡VAN A ABRIR LA PUERTA!

—JACK, VE A ESCONDERTE! —grité en susurro.

—¿Dónde? —se levantó de golpe.

—En el closet, baño, donde sea —lo empuje—. ¡Rápido!

Corrió hasta el baño y cerró la puerta, dejándome a total a oscuras justo cuando la puerta se abrió.
Allí estaba mi padre con su típico traje.

—Buenos días —dijo y asentí.

«Buenos días hasta que llegaste tú» pensé interiormente y reí internamente.

—Bueno... Quiero que comiences a empacar.

—¿Qué? ¿Para qué? —lo miré con mis ojos abiertos.

—¡Sólo hazlo! —gritó.

Y muerta de miedo corrí a mi closet, junté toda la ropa que pude y la llevé a mi cama.

—¿Me dejarías sola? —pregunté mientras doblaba cada una de mis prendas.

—No. Esta vez no —se aclaró la garganta—. ¡Vamos querida, apúrate!

Tenía que obedecer. Aunque no quisiera.
Así estuve guardando cada uno de mis prendas en la maleta hasta que terminé.

—Listo —suspiré.

—Bien, ahora baja a desayunar.

—Yo no...

—¡Que bajes!

Volteé y corrí a la puerta, atravesando el pasillo, así mismo, llegando hasta la cocina.

—Buen día —la voz de Nana inundó mis oídos.

—Buen día —suspiré mirando hacia atrás. Ahí veía como mi padre bajaba las escaleras con su maletín.

—Estate lista para cuando vuelva del trabajo, Elsa —sonrió—. Te tengo una pequeña sorpresa.

Tragué en gordo y asentí, luego de unos momentos salió por la puerta, dejándome respirar normalmente.

—¿Es seguro que Jack baje? —le pregunté y me sonrió.

—¿Ya lo viste? —me miró con ternura—. Aay, Elsa.

Me sonrojé y sonreí como una típica enamorada.

—Cierra la puerta principal, la trasera, las cortinas y todo, yo iré a buscar a Jack —le dije y ella asintió, volteé sobre mis talones y subí de nuevo las escaleras, llegando rápidamente a mi habitación. Abrí la puerta, y Jack me abrazó.

—¿Qué pasa si de repente me abrazabas y era mi padre? —bromeé un poco.

—Tienes razón —me guiñó—. Pero sabía que eras tú.

—Lo sé —tomé su mano—. Bajemos a desayunar.

—¿Es seguro? —me preguntó.

—100% —me acerqué a sus labios.

—No quiero arriesgarme —dijo entre besos.

—Sólo vamos, sí es seguro, ya no está... Además, Nana cerró todo, nadie va a entrar o salir... Y nadie verá nada desde afuera.

—Bien —me tomó por la cintura y me apegó más a él—. Te amo —susurró sobre mis labios.

—Pero, yo más —reí—. Ahora vamos.

Asintió y juntos, tomados de la mano, caminamos por el pasillo, bajamos las escaleras, y entramos a la cocina, donde allí estaban todos mirándonos con emoción.

—Aaay —se escuchó apenas entramos. Directamente me sonrojé.

—Lo sabía... —los ojos emocionados de Mady me enternecieron.

—Desayunemos todos juntos —asintieron rápidamente y nos sentamos todos en la mesa.

—¿Es seguro verdad? —volvió a preguntarme Jack.

—Si, tonto —reí mientras me servía un poco de cereal.

—Es increíble cómo éste chico te devolvió la sonrisa, Elsa... —la voz de mi nana hizo que todos la miráramos.

—Eso es totalmente cierto —dijeron Mérida y Punzie, mi nana asintió.

—A ustedes también los extrañaba —Jack habló.

—También nosotros Jack, te hiciste como nuestro fiel compañero —le dijo Mer.

Así tuvimos un agradable desayuno. Charlamos, reímos. Inclusive me sentía verdaderamente bien.
Pero lo único que me inquietaba era mi padre..

«Estate lista para cuando vuelva del trabajo, Elsa —sonrió—. Te tengo una pequeña sorpresa.»

—Suena el teléfono —dijo Punzie y todos estábamos allí parados. No sabíamos si contestar o no.

—Yo lo hago —dijo Mérida—. ¿Hola? —habló—. Si... ¡Oh sí!... en seguida —me sonrió y me pasó el teléfono—. Es tu amiga.

Tomé el teléfono y prácticamente grité—. ¿Anna?

—¡Elsa! —gritaron del otro lado—. ¡Oh Dios, estaba tan preocupada! ¿Qué haces en tu casa, qué pasó?

—Tengo muchísimo para contarte —suspiré aún contenta de poder estar hablando con mi mejor amiga.

—¿Pasó algo malo? —preguntó y guardé silencio.

—Yo... —cerré los ojos—. Luego te contaré.

—Está bien —suspiró y un silencio se hizo entre las dos—. Te hablo luego entonces...

—Bien —corté y suspiré.

—¿Qué pasó? —preguntó Jack.

—Nada —sonreí—. ¿Miramos una película?

—Ustedes —nos sonrío Punzie—. Nosotros debemos trabajar.

—Escuchen... miramos todos la película, y luego yo les ayudo con sus tareas... Sólo quiero su compañía —les sonreí y les tomó un minuto decir que sí, está bien.

Si hoy mi padre me sacaría del país, me mandaría a un internado o algo así... quería disfrutar mi tiempo al máximo. Junto con las personas que quiero muchísimo en mi vida.

La dama y el vagabundo (Jelsa) ||Adaptada|| •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora