Confesión

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—El martes arreglaremos esto de una vez por todas, no se preocupen. Yo ahora mismo hablaré con tu padre, Elsa —Cristina suspiró—. Haré que entre en razón —soltó la mano de Elsa y caminó hacia las escaleras.

—Gracias —murmuró—. Gracias por solucionar esto, Nana.

Le dio una sonrisa y subió por las escaleras.
Al llegar al pasillo, se dirigió a la tercera puerta. La oficina de Agnarr.
Entró despacio y observó al hombre apoyado contra la ventana mirando a la profunda noche, el vidrio se empañaba, hacía frío. La oficina estaba a oscuras, sólo la luz potente de la luna alumbraba.

—Agnarr —murmuró Cristina—. ¿Por qué no nos sentamos?

—Siéntate tú, yo estaré aquí.

Cristina caminó hacia el escritorio lentamente.

—¿Qué sucede Agnarr? —le preguntó. Él no respondió.

—¿Por qué le haces esto a tu hija? —Agnarr la miró, pero al instante volvió la mirada hacia la ventana—. ¿Por qué querías mandarla a un internado?

Le tomó unos minutos contestar.

—No lo sé —murmuro en voz baja—. Simplemente, ya no puedo con esto.

—¿Ya no puedes con qué?

—Ya no puedo tener la responsabilidad de cuidarla, aunque quiera, no puedo... Yo sé que no soy un buen padre y nunca lo he intentado... Siempre la he alejado de todo porque tengo miedo.

—¿Tienes miedo? —Cristina le preguntó con confusión.

—Sí —dijo sin más.

—¿Miedo de qué?

—De dejarla ir...

Tomó una inspiración profunda y continuó:

—Tengo miedo de que crezca y se vaya lejos... lejos de mí, que me abandone... —volteó la mirada hacia Cristina—. Ella es lo único que me queda de lo que alguna vez fue la familia que yo mismo formé.

Cristina se llevó la mano al corazón, mirando con atención a un Agnarr vulnerable, el cuál jamás había visto o escuchado... Agnarr estaba desgarrándose profundamente.

—Yo no dejaba que saliera a donde quisiera —suspiró—. Pensaba que iba a conocer a un chico, del cual se iba a enamorar, del cual se iba a casar... y por ello iba a abandonarme. Hasta que apareció este chico, Jack —negó con la cabeza—. ¿Crees que no me daba cuenta del interes que tenía por mi hija al igual que ella por él? —largó una risa—. No quiero que crezca, quiero que siempre sea mi niña... mi niña pequeña.

Su voz se quebró, Cristina no podía creer lo que estaba viendo.

—Yo no sé por qué la trataba así, yo sólo no quería dejarla ir, yo sólo la quería conmigo, yo no quiero que se vaya... al igual que... Iduna.

Se oyó un suspiro y una respiración entrecortada; estaba por llorar.

—Yo la quería mandar a otro país, para que se olvidase de ese chico, para que no conozca a alguien más, para que siempre sea mi hija, sin embargo, yo no me daba cuenta que cada vez yo la alejaba más de mí.

Cristina retiró una lágrima de su ojo que estaba por salir.

—Ella me odia —negó con la cabeza—. ¿Y cómo no hacerlo? Si siempre la aislaba, la trataba mal, pero era sólo por eso, yo no quería alejarla de mí, yo no quería que se fuera —se aclaró la garganta—. No quería que ningún chico viera lo hermosa que es mi hija.

—Oh Agnarr —Cristina lo abrazó, mientras que todavía no podía creer como el hombre más cruel y frío; lloraba en sus brazos, sintiendo como poco a poco perdía a su hija—. Debes saber una cosa... todos crecemos, hasta Elsa. Yo te entiendo Agnarr, fue duro ver a mis hijos crecer, pero debía dejarlos ir —Cristina suspiró—. Pero no iban a abandonarme. Sólo iban a vivir su vida, por supuesto que no iba a ser lo mismo, no los iba a ver todos los días, ya no iba a ser lo mismo, ni para ellos, ni para mí, sin embargo, lamentablemente era lo que tenía que pasar.

—Elsa si va abandonarme, Elsa me odia —dijo Agnarr mientras cubría su rostro con sus manos.

—Ella sufrió mucho, Agnarr —Cristina suspiró—. Pero ella siempre será tu hija y lo sabe.

—Ella quiere huir de mí..

—Ella quiere ser feliz de una ves por todas.

Agnarr la miró con atención.

—¿Tú sabías que ella lloraba todos los días? —le observó—. Día y noche, hora y minuto.

Agnarr negó con la cabeza.

—¿Cómo crees que se sentía cuando su padre la trataba mal? —suspiró—, parecía que no la querías... que no te importaba. Ella era lo que veía y lo que pensaba.

—Pero no era así...

—Mira Agnarr. Propongo que hables con Elsa y puedas ofrecerle tus disculpas —Cristina caminó hacia la puerta—. Y espero que el martes retires la demanda de Jack —volteó a verlo—. Porque tu hija lo ama, y lo peor que podrías hacer es quitárselo.

Agnarr cerró los ojos.

—Buenas noches, Agnarr —le dijo Cristina antes de salir de aquella oficina.

Cristina bajó las escaleras y sonrió al ver a todos en la sala. Se dirigió en la cocina y tomó un vaso de agua. Todavía le costaba creer lo que pasó hace minutos.
¿De verdad Agnarr sufría?
Él tenía miedo... miedo de que su hija lo abandone.
Desde la muerte de Iduna, él había sido distinto con Elsa, él estaba y está asustado de también perderla a ella.

La dama y el vagabundo (Jelsa) ||Adaptada|| •TERMINADA•Where stories live. Discover now