Capítulo 20

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"Borderline de cartón"

Agosto, cuatro años atrás.

La punta de sus pies cubiertos de sus clásicas Converses negras golpeteaban varias veces la alfombra del suelo grisáceo del puesto del copiloto en el auto de sus padres.

Ella estaba sola en esos momentos preciosos cuando su madre se bajaba para comprar algo en el supermercado, hablar con alguna compañera de trabajo o realizar cualquier otra diligencia temporal que la dejara a ella esperando hasta que regresara para volver a casa. Bailey usualmente se ponía sus audífonos, evitaba pensar en su día y se desconectaba de su realidad para pasar el tiempo con su música preferida.

Esta vez, como cada otra anterior, ella estaba en paz, aguardando. Sólo que hoy, a diferencia de las demás ocasiones frecuentes, ella podía permitirse llorar.

Sus pulmones se cerraron con intensidad y no logró contener más el nudo en su garganta. Con disimulo, chequeó que su madre aún estuviese revisando las vitrinas de salsas dentro de la tienda y de prisa ajustó la capucha de su suéter sobre su cabeza para que las personas a su alrededor no la viesen llorar con facilidad. Ella respiró ruidosamente una vez más antes de cerrar sus ojos con angustia, y envolviendo sus brazos alrededor de su torso gimoteó agudo, en un sollozo que se liberaba finalmente.

Esa tarde de agosto, Bailey se había dado cuenta de algo aterrador en su realidad. Ella había visto cara a cara a su demonio y había conocido su nombre. Se llamaba TLP o Trastorno Límite de Personalidad. Y como era preciso decirlo, ella era Borderline.

Todo había comenzado porque su novia Vee Lazquez llegó a ella más temprano con una suave sonrisa tímida plantada en su rostro y un raro link en su teléfono celular. Con cuidado había retirado unos bucles morado azulado de su rostro y acercándose a la pelinegra que no dejaba de acariciar la espalda de esta, le señaló la pantalla de su móvil y se lo tendió en sus manos, para que leyera lo que reflejaba.

-Amor... ¿No será que tú puedes padecer de esto? -Le había dicho, encogiéndose de hombros con una inexpresiva mirada.- Me recordó a ti.

Y Bailey que estaba sonriendo con curiosidad pero ternura de creer que su chica le había pensado en algo especial, cogió aquel aparato y se concentró en las palabras que le hablaban tras ese monitor, dejándola aturdida y completamente equivocada. Se trataba en su lugar, de nada más y nada menos que el Trastorno Límite de Personalidad, sus efectos y síntomas y cuán malditamente idéntico era a lo que tanto le ocurría a Bailey Jane Sanders.

Con susto ella le cedió devuelta su móvil a su novia y le pidió que le reenviara el enlace para ella chequearlo luego en casa. Pero no había logrado contener su ansiedad cuando ya lo estaba abriendo y releyendo en el carro de su familia al Nuria recogerla del instituto. Y sólo había desatado una incertidumbre caótica, un realismo intenso y una evidente y espeluznante revelación de que vaya, ella se sentía irrevocablemente identificada con lo que el TLP le indicaba.

De alguna u otra forma, Bailey ya había presentido que algo no estaba bien con ella, desde hacían algunos años atrás. Como que no soportaba la idea de que sus padres se tardaran más de diez minutos en buscarla en primaria, hasta no lograrse imaginar un mundo donde Vee no la quisiera más porque sus manos comenzaban a temblar. Su miedo al abandono era tan alto que le producía pánico y una angustia incontrolable, aún si sólo era imaginario. No conforme a eso, le dejaba creyéndose totalmente miserable. Porque un minuto ella se veía como alguien increíble y capaz de todo, pero al siguiente, por algún tonto comentario o pensamiento negativo por una pequeña suposición que su mente agrandaba, se podía derribar como si un vaso de vidrio se rompiera en mil pedazos.

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