Capítulo 36

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"Subsuelo"

La piel alrededor de los ojos de Bailey dolía con fuerzas y ella apenas podía abrirlos sin fruncir su ceño de molestia. Había llorado tanto que estaba completamente hinchada y ahora su rostro se magullaba en tensión provocando que sus párpados pesaran y sus pestañas se pegaran entre sí, en parte por la humedad y las lagañas espesas.

No paraba de llorar aunque quisiera y tampoco lo podía evitar, se sentía deshecha. Muerta.

En exactamente dos minutos, se cumplían las tres horas que habían pasado desde que se sentó en la silla de interrogatorios y el brillo del foco de luz led le quemaba la cara como sol del peor verano.

Algunas gotas de saliva caían sobre la mesa despedidas del oficial frente a ella que se inclinaba y gritaba cantidad de calamidades atroces, formulando hipótesis y falsas películas que nada tenían que ver con la realidad de la ojiverde y gimió. Estaba siendo cuestionada, acusada y había pasado suficiente tiempo como para sentir que ya el reloj no avanzaba y que perdía razón de espacio y cordura. Ella se había escuchado repetir una y otra vez todo lo que sabía con detalle y mientras más lo hacía, más perdida se sentía. Estaba siendo completamente explícita y honesta.

Pero nadie quería creerle.

-¿¡Va a confesar por fin todo lo que hizo o seguirá diciendo mentiras!?

El hombre con la placa que escribía "Oficial Byrnes" en su saco, dio un golpe en la mesa y gruñó. Bailey se atragantó con un respingo y le miró a la cara exhausta, mareada.

-No son mentiras, oficial... -Ella contestó con su voz ronca, casi afónica por el estrés.- Ya le he dicho lo que pasó seis veces, de inicio a fin. No puedo confesar algo que no hice, soy inocente. Usted vio las heridas en...

Más lágrimas corrieron por sus mejillas con vergüenza e inhaló. Odiaba siquiera mencionar el tema pero no tenía de otra.

-...En mis muslos y entrepierna. -Concluyó bajando su vista a sus manos sobre su vientre, tratando de evitar volver a caer en el desespero.- Seguro sus huellas están ahí, no lo sé. Pero él quiso abusar de mí, oficial. Por segunda vez, ya le conté.

El sujeto frente a ella caminó en círculos alrededor de la mesa y Bailey cerró sus ojos por momentos. Quería abrirlos y desaparecer de ahí. Lo necesitaba.

-Usted misma pudo haber hecho eso para así apoyar su coartada. -Byrnes exclamó con escarmiento, maniobrando con sus manos al aire.- Nada me confirma que efectivamente es cierta.

-La sangre que tenía en mis rostro...

-Era la sangre de Wade Lively, señorita Sanders. -Le interrumpió.- Aún más en su contra.

De la boca de Bailey Jane salió un gemido y ella cubrió su cara con sus manos, sollozando sin remediarlo ante su aturdimiento. No entendía cómo demonios hasta eso podía ser cierto y que ella estuviese atada sin salida. Se había preguntado a cada segundo a quién pertenecía la sangre en los dedos de Wade y resultó que todo ese tiempo había sido de él mismo. Estaba tan fríamente calculado que se estremeció en un espasmo y jadeo, escandalizada.

¿Cómo la mente podía ser tan macabra?

-¿Dónde están Tris y Hollie?

Sin embargó aún cuestionó, intentando limpiar su rostro del llanto que se negaba a parar. Byrnes chasqueó su lengua, claramente fastidiado.

-Ya le dije que la señorita Price fue quien la...

-¿¡Dónde está..!?

Estalló en un alarido quebrado, sacudiendo su cabeza en negativa sin querer oír lo que completaba esa frase porque ella no lo iba a aceptar. Su Hollie no podía ser la que estaba conspirando contra ella en esto. Ella no podía ser capaz de tal crimen. Su Hollie no.

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