El Antepurgatorio

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Apenas comienzan a salir la aurora y los dos viajeros observan una nave; Virgilio reconoce al capitán y ordena a su discípulo:

“Dobla las rodillas ante el Ángel de Dios y une las manos, que él es un servidor de la cielo en el Purgatorio”.

La barca está llena de almas destinadas a la expiación y la salvación, así que al llegar a ellos, éstas bajan corriendo y el piloto regresa con la misma velocidad. Ya pisando tierra, los pasajeros que habían descendido del barco ven al poeta con admiración, pues se han dado cuenta que respira, la cual significa que aún vive. Todos están absortos, cuando una voz impaciente interrumpe:

“Vayan al monte a limpiarse la mancilla que les impide mostrar a Dios su pureza”.

Todos corren súbitamente como palomas que abandonan sus semillas al llevarse un susto. Los poetas no son la excepción y huyen al mismo tiempo.

Mientras se dispersa el grupo, ___ no se separa de su maestro. El sol arde tras ellos, señal de que caminan por un nuevo reino, y ___ teme que su maestro espiritual no siga con él, pues no ve a su costado una sombra que conste su presencia.

“¿Plr qué tu alma medios desconfía? ¿No me ves presto a continuar de guía? Si adelante de mi no existe sombra no te asustes, que mi cuerpo no dispone de esa capacidad”.

Le aclara su guía. Tras el consuelo, continúan la marcha, hasta llegar al pie de un imponente monte, que parece peligroso ascender, por lo que el guía duda y se detiene para pensar cual será el camino indicado. Por el costado izquierdo aparece un grupo de almas; este grupo está formado por almas que murieron excomulgadas, así que deben esperar a que les abran las puertas del Purgatorio un tiempo treinta veces mayor al que vivieron en rebeldía contra la Iglesia. Así, todos siguen de nuevo su ruta y los poetas con ellos pero en el acto, una voz se escucha:

“Quien quiera que seas, voltea sin pararte y di si me conoces”.

Al oír esto, el poeta vuelve la cabeza, pero no logra reconocerlo.

“Yo soy Manfredo, Nieto de aquella emperatriz Constanza. Cuando allá estés quiero pedirte que veas a mi hija, la esperanza de Aragón y Sicilia, para hacerme justicia”.

Se trata de Manfredo de Suabia, rey de Nápoles y Sicilia.

La Divina Comedia ✔︎Where stories live. Discover now