♛ O N C E ✏

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Llevaba ya mis buenos cinco minutos frente al espejo y al ladearme un poco pude ver a Alicia que recostada en mi cama me observaba con una sonrisa burlona

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Llevaba ya mis buenos cinco minutos frente al espejo y al ladearme un poco pude ver a Alicia que recostada en mi cama me observaba con una sonrisa burlona. Su gesto me hizo sonreír porque sabía que se acercaba algún chiste o mofa sobre mí.

—¿Qué, Alicia?

—Te estás arreglando —dijo con obviedad.

—Pues sí, vamos a ir a la pista de hielo y no iré luciendo mal, ¿qué con eso?

Volví la vista al espejo; me estaba acomodando un mechón de cabello que no dejaba de balancearse sobre mi frente y entonces escuché los pasos de Alicia. Íbamos a salir de mi casa a recoger a Martina y a sus amigos y de allí saldríamos a la pista de hielo, mi amiga había llegado hacía un buen rato y solo esperábamos que fuera la hora indicada pues ellos no salían de su trabajo sino hasta las siete (y eso porque los dueños del almacén los dejaron salir una hora antes de lo normal).

Alicia llegó hasta mí y se asomó por detrás de mi hombro para mirarme a través del cristal.

—¿No será porque va a ir el Crayón de ojos bonitos?

—Oye, ya sabemos su nombre, deja de decirle así. —Blanqueé los ojos—. Y no, no es por eso.

Alicia se inclinó hacia un lado y con dramatismo exagerado me olfateó el cuello.

—Y te perfumaste. Eso solo lo haces en Navidad y en Año Nuevo.

—El perfume es para gastarse —me defendí, pero terminé riéndome con Alicia—. Bueno, ¿y a ti qué más te da? Tú andas toda maquillada por el cuaderno.

—Ya, pero es que yo te he admitido todo el tiempo que Elías me parece muy atractivo.

—Es menor que tú, depravada.

—La edad solo es un número.

—No es cierto, la edad es la línea entre la legalidad y la ilegalidad.

—Yo esperaría a que cumpliera dieciocho —resolvió—. Tengo tiempo.

Alicia tenía una especie de fetiche con los chicos de uno o dos años menores que ella, decía medio en broma que le gustaba llevar ventaja en la edad, sabrá Dios por qué, sin embargo el tal cuaderno tenía —si no nos equivocábamos— diecisiete y aunque solo era una diferencia de tres años, en mi mente distorsionadora de realidad Alicia estaba piropeando a un niño.

—Has hablado con él una vez, ¿cómo te puede gustar tanto?

—Dos veces, si contamos la fiesta.

—No cuenta porque no pueden saber que sabemos que son ellos.

—Solo me gusta —retomó—. Me gusta su energía y su voz. Uno sabe cuándo puede conectar con alguien, Andy, no te hagas el niño de trece que no sabe de lo que hablo. ¿Por qué no te gusta Maddie?

De una fuga y otros desastres •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora